Varias de las Autoridades Generales de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en algún momento de su vida han respondido al llamado a servir honorablemente a su país en las Fuerzas Armadas. De la Primera Presidencia actual y del Quórum de los Doce Apóstoles de la Iglesia SUD, 10 han estado en servicio activo o en situación de servicio de reserva. Entre los que han servido están el presidente Thomas S. Monson, a quien los Santos de los Últimos Días (comúnmente conocidos como mormones) aman y veneran como profeta, vidente y revelador.
El presidente Monson sirvió en la Marina de Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial. De esa experiencia, recuerda:
Creo que mi primera experiencia en cuanto a tener el valor de defender mis convicciones fue cuando serví en la Marina de los Estados Unidos casi al final de la Segunda Guerra Mundial.
Pasar por el campamento de entrenamiento de la Marina no fue una experiencia fácil para mí, ni para ninguno que haya pasado por él. Durante las tres primeras semanas estaba convencido de que mi vida corría peligro. La Marina no trataba de entrenarme, trataba de matarme.
El presidente Monson también recuerda algunas de las lecciones importantes de la vida que aprendió durante su servicio en la Armada. Una de esas lecciones fue el valor de andar solo. En un video de Mensaje Mormón apropiadamente titulado » Atrévete a lo correcto aunque solo estés» relata un incidente que realmente le ayudó a comprender plenamente la importancia de este principio.
De ese incidente el presidente Monson ha dicho:
Desde ese día ha habido ocasiones en las que no había nadie detrás de mí y entonces sí tuve que mantenerme firme yo solo. Qué agradecido estoy de que tomé la decisión hace mucho tiempo de permanecer firme y fiel, siempre preparado y listo para defender mi religión, en caso de que fuese necesario.
Fue ordenado presbítero en la Iglesia SUD una semana antes de partir para el servicio activo. No tardaría en aprender otra lección de vida importante que implicaría el uso de la autoridad del sacerdocio que ahora tenía. Esa lección era estar siempre dispuesto a ayudar a sanar. Él recuerda:
La noche antes de nuestro día franco de Navidad, los cuarteles estaban tranquilos. De repente me di cuenta de que mi amigo en la cama contigua, un miembro de la Iglesia, Leland Merrill, gemía de dolor. Le pregunté: «¿Qué te pasa, Merrill?»
Él respondió: «Estoy enfermo. Estoy muy enfermo».
Las horas se prolongaron y sus quejidos se hicieron más fuertes. Entonces, en su desesperación, susurró: «Monson, ¿no eres un élder?» Admití que así era, con lo cual él declaró: «Dame una bendición».
Tenía muy presente el hecho de que nunca había dado una bendición. Mi oración a Dios fue una súplica de ayuda. La respuesta fue: «Mira en la parte inferior de la bolsa marinera.» Por lo tanto, a las 2:00 am vacié la bolsa. Entonces tomé la lámpara de noche, el manual del misionero y leí cómo bendecir a los enfermos. Con cerca de 120 marineros curiosos mirando, le di una bendición. Antes de que pudiera volver a guardar mis cosas, Leland Merrill dormía.
De la experiencia del presidente Monson comentó: «Si estamos en la obra del Señor, tenemos derecho a la ayuda del Señor. Su ayuda ha venido a mí en innumerables ocasiones a lo largo de mi vida».
Otra importante lección de vida que aprendió durante su servicio en la Marina de Guerra fue la importancia de ser honestos. Habla de un día concreto en que un agente había hecho el anuncio de que todos los que sabían nadar se subieran a un autobús y los llevaron a San Diego por ese día. Los que no sabían nadar debían quedarse por un día completo a clases de natación. Él había aprendido a nadar desde niño y podía hacerlo bastante bien, así que se puso en la cola para ir en el autobús a San Diego. En vez de ir a su destino, fueron llevados a un gimnasio y recibieron la orden de saltar en el fondo profundo de la piscina. Él y la mayoría de sus compañeros hicieron lo que se les ordenó, pero había alrededor de 10 personas que no sabían nadar que eran introducidas al agua y se les dejaba hundirse dos veces antes de ser retirados. El presidente Monson señaló: «¡En verdad, me alegré de no haber probado eso! La experiencia me enseñó el valor de ser honesto y fiel a uno mismo en todo momento».
Por Keith Brown
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