A medida que la vida se vuelve más y más complicada, muchas personas están buscando respuestas a sus preguntas. Ellos buscan en la Internet, las librerías, los gurús de la televisión, siempre con la esperanza de encontrar la mejor sabiduría. Por supuesto, las respuestas que encuentran son de los hombres mortales y suelen basarse en ideas del mundo, no eternas, por lo que son propensas al fracaso. Sólo hay una fuente de verdad absoluta, y esa fuente es Dios. A pesar de que no podemos ver a Dios, podemos comunicarnos con Él mediante la oración, e igualmente importante, cuando oramos, abrimos las puertas para que Él se comunique con nosotros. Podemos aprender a orar de tal manera que Dios siempre conteste nuestras oraciones.

prayer-mormonAprender a orar es una de las primeras habilidades que aprende un mormón, ya sea en la infancia o como un converso potencial. Esto se debe a que hasta que una persona sepa cómo orar, no podrá saber si el mormonismo es verdadero o no. Una vez que tenga su respuesta, también puede utilizar esta misma capacidad para recibir respuestas a otros tipos de oración.

La oración es comunicación con Dios, por lo que es más fácil tener oraciones eficaces si tenemos una buena relación con Dios. La lectura de las Escrituras y el pasar tiempo en la oración son dos maneras de llegar a conocer quién es Dios. Asistir a la iglesia, por supuesto, es otra forma. A medida que aumente su conocimiento de Dios y se sienta más cómodo de hablar con Él, sus oraciones serán más eficaces.

Las creencias mormonas acerca de la oración incluyen un modelo simple de oraciones formales. Por supuesto, también hay tiempo durante todo el día en que ellos se comunican de manera informal con Él, pero durante las oraciones formales, tanto públicas como privadas, ellos tratan de seguir un patrón básico.

En primer lugar, se dirigen a Dios respetuosamente por Su nombre. Los mormones suelen comenzar las oraciones, diciendo: «Querido Padre Celestial» o algo similar a eso. Ellos consideran que Dios es el padre literal de sus espíritus y lo tratan como a un padre, con amor y respeto.

A continuación, los mormones agradecen a Dios por las bendiciones que han recibido de Dios. Esto les ayuda a revisar sus días y sus vidas en general, para darse cuenta de lo que es bueno. Es fácil centrase en los acontecimientos negativos que hace que perdamos de vista nuestras bendiciones y no nos demos cuenta cómo Dios está trabajando para ayudarnos a través de nuestras pruebas. Este paso de nuestra oración nos anima a reducir la velocidad y a notar que Dios está presente en nuestras vidas.

El tercer paso consiste en pedir a Dios lo que necesitamos. Este es un paso opcional, ya que hay veces en que sólo estamos agradeciendo  a Dios por lo que ya ha hecho. Este paso viene con algunas responsabilidades. Como un padre sabio, Dios sabe que nunca es bueno darnos todo lo que pidamos sin esperar que nosotros hagamos lo que podamos por nuestra propia cuenta. Todo padre sabe que el trabajo de los padres es compensar la diferencia entre lo que se necesita y lo que el peticionario puede hacer por sí mismo. Si le pedimos a Dios que nos ayude a encontrar un trabajo, tenemos que buscar realmente y postular a empleos, no sólo sentarnos y esperar a que Dios deje caer uno en nuestro regazo. En lugar de ello, Su trabajo será el de llevarnos a la mejor opción de empleo, ayudarnos a saber qué decir en la carta de presentación, y de que nos vaya bien en la entrevista. Siempre necesitamos estar preparados para decirle a Dios lo que vamos a hacer para que nuestros deseos sea hagan realidad y luego pedir sólo las cosas que no podemos hacer por nosotros mismos.

Es importante recordar que Dios no es Santa Claus. Él tiene que equilibrar nuestros deseos con los designios eternos que Él tiene para nosotros y para los demás. Lo que queremos no siempre es lo mejor para nosotros o alguien más que se verá afectado. Por ejemplo, en el ejemplo antes mencionado de orar para conseguir un trabajo, si alguien pide obtener un trabajo específico, ellos también están pidiendo que los otros aspirantes, que también podrían haber orado por el trabajo, no lo consigan. Dios tiene que equilibrar todas las solicitudes y decidir quién las necesita más o quien se beneficiará más de ese trabajo.

¿Cuál es entonces el propósito de orar, si Dios va a hacer lo que es mejor? La oración pone la situación en manos de Dios, permitiéndole que tome la decisión. Es más fácil para nosotros aceptar la decisión, ya que hemos acordado que Él es el más adecuado para saber qué es lo mejor.

Si se tiene que tomar una decisión, debemos estudiarla, tomar una decisión, y luego llevar esa decisión a Dios para pedirle la confirmación. Si nos damos cuenta que hemos tomado la decisión equivocada, empezaremos de nuevo. De esta manera, Dios nos permite mejorar nuestra capacidad para tomar decisiones y medirlas contra lo que Dios sabe que es mejor.

El siguiente paso en una oración es decirle a Dios cualquier otra cosa que nos gustaría decirle. Podemos compartir detalles de nuestro día o hablar de lo que está en nuestras mentes. Entonces concluiremos diciendo: «En el nombre de Jesucristo. Amén».

Cuando oramos, oramos a Dios por medio de Jesucristo. Esta es una responsabilidad sagrada. Cuando oramos en Su nombre, tenemos que estar seguros de que estamos tratando Su nombre con respeto. No debemos usar la oración para ser sarcásticos o mezquinos, para orar por cosas que podrían ofender a Jesús, o que sean frívolas. Eso no significa que no podemos ser animosos ni hablar de las cosas mundanas. Lo que significa es que tenemos que ser respetuosos, porque cualquier cosa dicha en nombre de Jesús debe ser un uso respetuoso de ese nombre.

Muchas personas consideran que «amén» es el final de su oración. Ellos se levantan de estar arrodillados y comienzan su día o se acuestan. Cuando ellos aprenden cómo orar, sólo aprenden a hacer su parte de la oración. A los mormones, sin embargo, se les enseña que hay todavía un paso más.

Una vez que hemos pedido ayuda o consejo a Dios, o incluso cuando solo hemos hablado con Él, tenemos que permanecer de rodillas y quietos. La oración no es un monólogo. Se trata de una conversación. Cuando hablamos con otros seres humanos, no solemos decir nuestra parte y salimos corriendo. Nos quedamos a escuchar la respuesta de la otra persona. Tenemos que hacer lo mismo en la oración. Cuando terminamos de hablar, tenemos que sentarnos en silencio y dejar que Dios tenga su turno. A medida que estamos sentados o arrodillados, debemos estar sin distracciones, manteniendo la mente libre de pensamientos al azar, Dios puede poner Sus pensamientos en nuestras mentes y corazones. De esta manera, podemos recibir respuestas a nuestras preguntas o guía en nuestras decisiones. También podemos hacer este paso dentro de la oración haciendo una pregunta y esperando la respuesta. Las respuestas vienen en varias formas. Muy a menudo, nosotros sentimos una sensación de paz, de consuelo en nuestros corazones que nos dice que la decisión que tomamos fue correcta. Satanás no puede traer paz y comodidad. Ese es un don de Dios para nosotros. A veces, los pensamientos vienen a nuestra mente, de nuevo acompañada por un sentimiento de exactitud apacible. Si estamos tratando de encontrar un trabajo, este pensamiento podría llegar a nosotros: » Pregunte a Fred si hay vacantes en su compañía». De esta manera, Dios nos muestra que el trabajo que estamos buscando se puede encontrar. Muy rara vez se oye una voz real. En ocasiones, esto va a suceder, pero por lo general en situaciones de peligro inminente, cuando no hay tiempo para verificar la idea que vino de Dios.

Hay algunos que enseñan a las personas a no orar en busca de respuestas porque no saben de quien recibirían las respuestas. Esto es una contradicción directa de las enseñanzas bíblicas, ya que la Biblia, y Jesucristo, específicamente nos instruyen a orar por sabiduría (Ver Santiago 1:5 en el Nuevo Testamento). En este versículo, Santiago dice que Dios promete contestar nuestras oraciones por sabiduría. Los mormones confían que Dios cumplirá Sus promesas, y creen que si Dios promete hacer algo, Él encontrará una manera de hacerlo. Esto significa que Él se asegurará de que podamos aprender a reconocer las maneras en que Él se está comunicando con nosotros. Para los mormones, es importante confiar en que Dios cumplirá sus promesas. Aprender a orar incluye aprender a confiar en Dios.

Finalmente, una vez que nos levantemos de nuestras rodillas, tenemos que actuar como si confiáramos en que Dios hará lo que hemos pedido. Si estamos pidiendo ayuda para encontrar un trabajo, necesitamos dirigirnos a la computadora para buscar los anuncios de empleo, demostrando así la voluntad de hacer nuestra parte y también fe en que Dios nos va a conducir a ese trabajo. Si estamos escribiendo un libro y queremos ayuda, tenemos que sentarnos y empezar a escribir. Si pedimos valor en una situación dada, tenemos que entrar en ella con la determinación de confiar en que Dios nos ayudará a través de ella.

Aprender a orar puede cambiar nuestras vidas para siempre. Ya no tenemos que adivinar para las interrogantes de la vida. Podemos obtener nuestras respuestas desde el único ser que tiene un conocimiento perfecto de nosotros, nuestras necesidades y nuestra eternidad.

El profeta mormón, Thomas S. Monson, enseñó esto sobre el poder de aprender a orar:

Al ofrecer al Señor nuestras oraciones familiares y personales, hagámoslo con fe y confianza en Él. Recordemos la admonición de Pablo a los hebreos: “…porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hallará, y que es galardonador de los que le buscan”. Si alguno de nosotros ha sido lento en prestar atención al consejo de orar siempre, no hay mejor momento para empezar que ahora mismo. William Cowper dijo: “Satanás tiembla cuando ve de rodillas al más débil de los santos”. Aquellos que piensen que el hecho de orar tal vez indique una debilidad física o intelectual deberían recordar que una persona jamás se eleva a mayor altura que cuando está arrodillada orando.

No podemos saber lo que es la fe si nunca la hemos tenido, y no la podemos obtener en tanto que la neguemos. La fe y la duda no pueden existir en la mente al mismo tiempo, porque una anula a la otra.

Lea el discurso complete de Thomas S. Monson sobre la oración:

Thomas S. Monson, “Acerquémonos a Él en oración y fe,” Liahona, marzo de 2009