Cuando Jesucristo comenzó su misión en la tierra, escogió apóstoles para que le ayudaran. Estos apóstoles continuaron dirigiendo la iglesia después de Su crucifixión y resurrección. Sirvieron como misioneros diligentes, saliendo al mundo para enseñar el Evangelio. Jesucristo mismo trabajó para enseñar el Evangelio a todos los que venían a su paso. A veces la gente optaba por acercarse a Él, pero otras veces Él se acercaba a ellos. Él y los apóstoles sabían que tenían un mensaje que cambiaría sus vidas si sólo fuera escuchado, por lo que tuvieron el valor de acercarse a la gente y compartir ese mensaje. Cuando amamos a la gente queremos que tengan todo lo necesario para que sean felices y para los cristianos, esto incluye al evangelio. De hecho, los cristianos saben que Jesucristo es el aspecto más importante del verdadero gozo. La obra misional es un acto de amor.
Por esta razón, los mormones tienen un extenso programa misional. Siguen el consejo del Salvador para compartir Su mensaje con el mundo.
“19 Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo:
“20 Enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado: y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.”
A Thomas Monson, el profeta mormón, le encanta hablar sobre la obra misional. Aunque no sirvió en una misión cuando era un hombre joven, porque sirvió en la Armada, trabajó como presidente de misión cuando tenía sólo treinta y un años, una edad inusualmente joven. Él, su esposa y sus hijos vivieron en Toronto, Canadá, por varios años, supervisando la obra misional en ese país. Desde entonces, el presidente Monson ha recorrido la mayor parte de las misiones de la Iglesia y había tenido todos los cargos en el Departamento Misional, y como resultado, tenía más conocimiento de la obra misional por medio de su servicio a la Iglesia que casi cualquier otro líder de la Iglesia pasado o actual.
Dado que la obra misional es un amor particular de Thomas S. Monson, habla de ella con frecuencia.
Hay muchas formas en las que un mormón puede ser un misionero del Señor. Un joven puede, como parte de su servicio en el sacerdocio (los mormones tienen un sacerdocio laico para todos los varones dignos desde los doce años) pasar dos años viviendo lejos de casa como misionero. Cubre sus propios gastos y vive bajo unas estrictas normas durante este tiempo. Es un tiempo para desarrollar la autodisciplina y un testimonio fuerte, pero lo más importante, es un momento para enseñar a otros acerca de Jesucristo. Un joven que se lleva su misión con la actitud apropiada volverá a casa con un amor por la cultura en que sirvió, posiblemente, un nuevo lenguaje, el dominio de sí mismo para tener éxito en todo lo que se proponga, y un poderoso testimonio de Jesucristo y las bendiciones que vienen de servir al Señor.
Las mujeres también pueden servir en una misión fuera de casa, saliendo a los 21 años y permaneciendo en ella durante dieciocho meses. Si bien no tienen la misma expectativa de ir, ya que no tienen el sacerdocio, muchas mujeres jóvenes optan por hacerlo y, a menudo pueden llegar a las personas que los hombres no pueden llegar.
Las parejas mayores con frecuencia sirven juntos en una misión después de su jubilación y también lo hacen los solteros jubilados. También viajan por sus propios medios a donde sean enviados.
Algunas personas optan por servir a tiempo parcial desde su casa. A estos misioneros se les llama misioneros de barrio y cualquier adulto puede servir en una misión de barrio siempre que sea digno y sea llamado a hacerlo.
Por último, la Iglesia anima a todos los miembros a ser misioneros. Sin un llamamiento específico, cada mormón puede compartir el evangelio a través de sus acciones y palabras con las personas con las que se relaciona en su propia vida.
A Pedro y a Juan, los pescadores que llegaron a ser Apóstoles, les advirtieron que no predicaran de Cristo crucificado. La respuesta de ellos fue categórica: “Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios, porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído”. (Hechos 4:19-20).
Pablo, el Apóstol, aquel excelente testigo de la verdad, nos hablaba a todos nosotros–a los miembros y a los misioneros por igual–al aconsejar a su amado amigo Timoteo: “Ninguno tenga en poco tu juventud, sino se ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza” (1 Timoteo 4:12).
El élder Delbert Stapley, que fue miembro del Consejo de los Doce hace varios años, citó de la epístola de Pablo a los romanos: “Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación…” (Romanos 1:16). Y a continuación agregó: “Si no nos avergonzamos del Evangelio de Cristo, no debemos avergonzarnos de vivirlo. Y si no nos avergonzamos de vivirlo, no debemos avergonzarnos de darlo a conocer” (Thomas S. Monson, “Que Todos Oigan”, Nueva Era, nayo de 1996, pág. 4).
Thomas Monson alienta a todos los hombres y mujeres jóvenes o personas mayores que quieren ir a servir en una misión. Él enseña que será una experiencia que cambiará sus vidas. ¿Qué mejor manera de aprender a conocer y amar al Salvador que pasar dos años de su vida sirviéndole y enseñando acerca de él? Como resultado de ello, anima a los jóvenes a prepararse seriamente para la misión. Mediante el tener ya un testimonio y vivir bajo las normas de vida de un misionero, una persona joven puede obtener lo mejor de su misión.
Los misioneros son llamados a enseñar el Evangelio de Jesucristo. Thomas Monson enseñó lo siguiente acerca del mensaje que los misioneros ofrecen:
¿Qué es el Evangelio? Es el mensaje que llevamos, un mensaje que declara que un ángel voló en medio del cielo y que el evangelio de Jesucristo fue restaurado. Si recordamos eso y los demás elementos del mensaje que los misioneros dan, seremos eficaces. En ese mensaje está el Libro de Mormón, el cual forma parte integral de la biblioteca de todos los misioneros: interna, lo que sabe, y externa, lo que enseña.
El Libro de Mormón, la verdadera naturaleza de la Divinidad; el mundo tiene hambre de aprender este mensaje. Es parte de lo que los misioneros llevarán a las personas.
Otro elemento que he encontrado muy importante es que la Iglesia se basa en un fundamento de apóstoles y profetas, siendo Jesucristo mismo la principal piedra angular (ver Efesios 2:20). Y enfatizamos en un profeta “viviente” en la actualidad. Testifico que el Presidente Hinckley es un profeta viviente––el profeta, vidente y revelador de la Iglesia.
Si yo pudiera poner mi dedo en esa parte del evangelio que parece penetrar en un rango más amplio de personas y penetrar más profundamente en sus corazones y sus almas y moverlos a la acción, es el plan de salvación, o el plan de nuestro Padre Celestial: de dónde venimos; por qué estamos aquí, a dónde vamos cuando salimos de la mortalidad.
Ha sido mi observación de que la piedra de tropiezo para los investigadores no es la Palabra de Sabiduría. No es la observancia del día de reposo. Es un testimonio de que José Smith es un profeta de Dios. Es muy importante que declaremos ese mensaje. El mensaje es divino. Recuerden eso (Thomas S. Monson, «Las Cinco M de la obra misional», New Era-revista para la juventud, en inglés, marzo de 2007, 42-45).
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