Thomas S. Monson es el actual profeta mormón.  En octubre de 1977, antes de convertirse en un profeta, habló sobre el programa de bienestar de los mormones.

Léase La manera del Señor.

mormon-welfareLos mormones tienen un programa de bienestar único, que fue elogiado por Ronald Reagan.  Este sistema permite que cada persona en la Iglesia contribuya a un fondo especial, llamado ofrenda de ayuno, para ayudar a los mormones que lo necesitan.  Además, los mormones ofrecen voluntariamente su tiempo para ayudar.  Por lo tanto, en caso de que se encuentren algún día en necesidad, ellos pueden utilizar este fondo, contribuyendo a su vez con horas adicionales de servicio para ayudar a “pagar” lo que reciben.  Esto les permite mantener su autoestima y autosuficiencia.

El programa de bienestar de los mormones comienza con las ofrendas de ayuno.  Una vez al mes, los mormones se privan voluntariamente de comer y beber durante veinticuatro horas.  Esto se hace generalmente el primer domingo de cada mes y en realidad sólo requiere que una persona evite dos comidas.  Durante este tiempo, que se llama ayuno, ellos oran y tratan de centrarse en lo posible en las cosas espirituales.  La Biblia nos enseña que el ayuno puede aumentar nuestra espiritualidad.  Podríamos recordar que Jesús ayunó en el inicio de Su misión.  Ese domingo, los mormones donan al fondo de las Ofrendas de Ayuno al menos la cantidad de dinero que ahorraron al no comer o beber.  Este dinero se utiliza exclusivamente para atender a los mormones que lo necesitan.  (Un fondo separado, a través del programa de Ayuda Humanitaria, brinda atención humanitaria a las personas que no son SUD.)

A los mormones se les anima a hacer todo lo posible para ayudarse a sí mismos.  Una manera de hacer esto es almacenar productos de todo lo que podrían necesitar para sobrevivir durante un año de desempleo u otra dificultad.  También se les alienta a ayudar a sus propias familias.  Sin embargo, si los mormones agotan sus recursos personales y los familiares no pueden ayudar, pueden acudir a la Iglesia Mormona para obtener ayuda.  Se reúnen con su obispo (similar a un pastor) para determinar sus necesidades y discutir sus presupuestos.  A los mormones que atraviesan por los momentos difíciles no se les ayuda a mantener su nivel de vida anterior, sino sólo a mantenerse vivos y lo suficientemente cómodos.  Se espera que hagan tantas reducciones del presupuesto como sea posible antes de pedir ayuda.  El obispo entonces determina lo que necesitan y lo autoriza.  Los beneficiarios no reciben dinero en efectivo.  Más bien, se pagan los recibos necesarios por ellos y se entrega un formulario de autorización para el almacén.

Los almacenes del obispo son clave para este programa.  Se parecen a pequeñas tiendas de abarrotes, pero la caja no tiene una caja registradora.  Los beneficiarios seleccionan las provisiones que necesitan de una lista y el obispo la revisa y hace los cambios necesarios.  (Estos cambios podrían darles menos, pero a menudo se les da más de lo que solicitaron si es que fueron demasiado prudentes.)  Llevan el formulario al almacén donde los voluntarios les ayudan a “comprar” de los estantes, recogiendo los objetos que fueron autorizados a recibir.  Estos elementos incluyen frutos de alta calidad, leche, jugos, verduras, carnes, suministros para hornear, materiales de higiene, suministros de limpieza, artículos para los bebés y otras cosas necesarias para satisfacer las necesidades de la familia.  Se les da lo suficiente para dos semanas.  En lugar de pasar por una caja registradora, el beneficiario sólo revisa la lista con un voluntario para asegurarse de que no se olvidó de nada.  Los excedentes de alimentos son donados a los bancos de alimentos de la comunidad local.  Además, los envases utilizados para preservar los alimentos suelen ser donados a otras organizaciones, tales como la Cruz Roja, para que sean puestos al servicio de la población en general.

A cambio de estos servicios, los mormones asumen responsabilidades adicionales como voluntarios ya que son capaces de hacerlo.  Muchos de ellos trabajan durante una hora en el almacén antes de despachar su propio pedido.  Muchos voluntarios ayudan en las misiones de bienestar — la Iglesia opera sus propias fábricas de conservas y granjas en muchas áreas para preparar los alimentos y este trabajo es realizado por los voluntarios—o hacen otro tipo de servicio.  El servicio no iguala a lo que han recibido, pero les da la sensación de haber contribuido a su propio bienestar y les permite sentirse más cómodos al momento de aceptar la ayuda.  Y, por supuesto, ellos han contribuido al bienestar de otras personas que necesitan durante sus tiempos más prósperos.

Además de estos servicios, los mormones pueden aprender cómo conseguir un trabajo, mejorar sus habilidades de alfabetización y desarrollar otras habilidades que les ayudarán a cuidar mejor de sí mismos en el futuro.

Thomas Monson dijo del programa:

Ningún miembro de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días que haya envasado vegetales, cosechado remolachas, cargado heno o paleado carbón por esa causa, jamás olvida ni se arrepiente de la experiencia de ayudar para proveer a los necesitados.  Devotos hombres y mujeres ayudan constantemente en la operación de este vasto e inspirado programa.  En realidad, el plan jamás triunfaría sólo con el esfuerzo, ya que el programa funciona mediante la fe y de acuerdo con la manera del Señor

El presidente Monson ofreció un ejemplo bíblico sobre el mandamiento de compartir lo que tenemos con los demás, incluso haciendo un gran sacrificio nosotros mismos.  En 1 Reyes, leemos acerca de una humilde viuda que vive en medio de una terrible sequía.  Ella no tenía alimentos, y apenas contaba con lo suficiente para hacer una última comida sencilla para ella y su hijo, y luego simplemente ambos tendrían que esperar la muerte.  En este momento crítico, el profeta Elías llegó y le pidió que le haga una comida.  Ella le explicó su situación, pero él insistió:

“No tengas temor; ve, haz como has dicho; pero hazme a mí primero de ello una pequeña torta cocida y tráemela; y después harás para ti y para tu hijo.

“Porque así ha dicho Jehová, Dios de Israel: La harina de la tinaja no escaseará, ni el aceite de la vasija disminuirá, hasta el día en que Jehová mande lluvia sobre la faz de la tierra.

Entonces ella fue e hizo como le dijo Elías; y comieron él, y ella y su casa durante muchos días.

Y la harina de la tinaja no escaseó, ni el aceite de la vasija menguó”. (1 Reyes. 17:9–11, 13–16.)

El presidente Monson nos pide que imaginemos el valor que tomó esta viuda para caminar a su casa y hacer lo que se le pidió, sabiendo que era el último de sus alimentos.  Esta voluntad de cuidar a los demás con gran sacrificio es un componente necesario de cualquier esfuerzo humanitario.  Para los mormones, si optan sólo por dar lo que ahorraron, no hay ninguna pérdida financiera, pero hay un sacrificio físico que viene de la privación de los alimentos.  La mayoría de los mormones deciden dar más de lo que han ahorrado, o imaginar que habrían tenido una fiesta, no comidas ligeras durante ese tiempo de ayuno.

Asimismo, habló de un hombre que se contactó con él cuando era obispo para decirle que iba a enviar un camión lleno de productos de su granja al almacén.  Él quería que supieran que iba a llegar para que puedan prepararse, pero no quería que nadie supiera quién estaba enviándolo.

El presidente Monson menciona que visitó a un amigo de edad avanzada que tenía una discapacidad y descubrió que la casa estaba fría porque el hombre no podía darse el lujo de calentar las habitaciones y que las cosas estaban por lo general cayendo a pedazos.  Se puso en contacto con un obispo local para ver si podría haber voluntarios dispuestos a ayudar.  El obispo rápidamente organizó a las personas deseosas de contribuir con el proyecto.  Un mes después, el presidente Monson regresó a la casa:

Las aceras, rotas por las raíces de los álamos, estaban reparadas; el pórtico, reconstruido; se había colocado una puerta nueva con su picaporte y cerradura relucientes; el cielo raso estaba ahora más bajo; las paredes estaban empapeladas y la madera repintada; se había sustituido el tejado y las alacenas estaban repletas.  Ahora la casa estaba caliente y resultaba acogedora, y parecía susurrar una calidad bienvenida. Louis reservó para lo último el motivo de su orgullo y gozo: sobre su cama se encontraba un bello acolchado bordado con el escudo del clan familiar de los McDonald; las hermanas de la Sociedad de Socorro lo habían hecho con gran amor.  Antes de irme descubrí que una vez por semana los Jóvenes Adultos le llevaban una cena caliente y compartían con él una noche de hogar.  El calor había reemplazado al frío, las reparaciones habían transformado el desgaste de los años; pero lo más significativo era que la esperanza había disipado la desesperación y ahora el amor reinaba triunfante.

Todos los que tomaron parte en ese conmovedor drama de la vida real descubrieron un aprecio nuevo y personal hacia la enseñanza del Maestro: “Más bienaventurado es dar que recibir” (Hechos 20:35).

La diferencia entre un programa de asistencia de bienestar del gobierno y el programa SUD es el amor.  Los mormones están dando lo que tienen a los necesitados a causa de su amor por otras personas.  Los que reciben hacen lo que pueden para pagar lo que se les da y para dar a los demás a cambio.  Es un ciclo unificado de la gente que voluntariamente ayuda a los demás.