Los mormones creen en que debemos honrar, obedecer y sostener las leyes.  Sus líderes trabajan con los gobiernos cuando quieren realizar la obra del Señor en una nación, un patrón que a veces conduce a milagros interesantes, incluso en países donde no existe la libertad de religión.  A continuación se presentan algunas historias y pensamientos de Thomas S. Monson, el profeta Mormón, sobre las experiencias de la Iglesia Mormona cuando trabajó con algunos gobiernos del mundo.

Los mormones en la República Democrática Alemana

Creation MormonEsa mañana tan especial el sol resplandecía sobre la ciudad de Berlín.  Había llovido toda la noche, pero ahora la belleza reinaba por doquier.  Nos condujeron hasta las cámaras de los supremos representantes del gobierno.

Más allá de la bella entrada del edificio nos esperaba el presidente Honecker.  Le obsequiamos la estatuilla llamada “El primer paso”, que representa a una madre ayudando a su hijo a tomar el primer paso hacia su padre, con la que quedó muy complacido.  Después nos condujo a la sala privada de conferencias y allí, alrededor de una gran mesa redonda, nos sentamos con él y sus asistentes.

El presidente Honecker inició la reunión con estas palabras: “Los miembros de su Iglesia han demostrado que creen en el trabajo honrado y en la unidad familiar.  También hemos observado que son buenos ciudadanos en cualquier país la palabra: expresen sus deseos”.

Empecé diciendo: “Presidente Honecker, cuando se dedicó el Templo de Freiberg, 89.890 de sus compatriotas esperaron en fila, por un período hasta de cuatro horas, a menudo en plena lluvia, para poder ver la casa de Dios.  En la ciudad de Leipzig, 12.000 personas asistieron cuando se dedicó el centro de estaca.  En la ciudad de Dresden, tuvimos 29.000 visitantes; en la ciudad de Zwickau, 5.300.  Y todas las semanas, entre 1.500 a 1.800 personas acuden a visitar el centro de visitantes del templo en la ciudad de Freiberg.  Todos ellos desean saber nuestras creencias.  Por lo tanto, nos gustaría decirles que creemos en honrar, obedecer y sostener las leyes del país donde vivamos.  Nos gustaría explicarles que deseamos fortalecer los lazos familiares.  Esas son sólo dos de nuestras creencias.  No podemos contestar esas preguntas y no nos es posible expresar nuestros sentimientos porque no tenemos representantes misionales aquí, como los tenemos en otros países.  Los jóvenes que nos gustaría que vinieran a su país como representantes misionales amarían a su nación y a su pueblo, y más que nada, ellos dejarían aquí una influencia ennoblecedora. También nos gustaría ver a los jóvenes de su país, que son miembros de nuestra Iglesia, servir como representantes misionales en muchas naciones, tales como en América, Canadá y muchos más.  Ellos regresarán mejor preparados para asumir posiciones de responsabilidad en su propia tierra”:

A continuación el Honecker habló por unos treinta minutos, describiendo sus objetivos y puntos de vista, y detallando el progreso que ha logrado su país.  Al final sonrió y, dirigiéndose a nuestro grupo, dijo: “Sabemos quiénes son y confiamos en ustedes.  Las experiencias que hemos tenido con ustedes han sido positivas de modo que su petición con respecto a los misioneros queda aprobada”.

Al oír eso se me levantó el ánimo literalmente hasta los cielos. La reunión concluyó, y al salir de las bellas cámaras de gobierno, el élder Russell Nelson se volvió hacia mí y dijo: “Fíjese cómo entra la luz del sol en este recinto.  Es como si nuestro Padre Celestial estuviera diciendo: ‘Estoy complacido’”.

Thomas S. Monson, “Demos gracias al Señor”, Liahona, Julio de 1989, pág. 61.

 

Los mormones en Polonia

Un ejemplo de ese tipo de servicio fue la experiencia misional de Juliusz y Dorothy Fussek, a quienes se llamó a servir en una misión de dos años en Polonia.  El hermano Fussek había nacido en Polonia, hablaba polaco y amaba a la gente de allá; la hermana Fussek era inglesa, sabía muy poco de Polonia y del pueblo polaco.

Confiando en el Señor, emprendieron su asignación.  Las condiciones de vida eran rústicas, la obra solitaria y su tarea inmensa.  En aquella época no se había establecido una misión en Polonia; la asignación que se les dio fue preparar el camino para establecer una misión a fin de que se pudiera llamar a otros misioneros a prestar servicio, enseñar a la gente, bautizar a conversos, establecer ramas y construir capillas.

¿Piensan que el élder y la hermana Fussek se desalentaron por la enormidad de su tarea? Ni por un momento.  Sabían que su llamamiento provenía de Dios, oraron pidiendo Su ayuda divina y se dedicaron por entero a sus labores.  Se quedaron en Polonia no sólo dos años sino cinco, y todos los objetivos mencionados anteriormente se lograron.

Los élderes Russell M. Nelson, Hans B. Ringger y yo, acompañados por el élder Fussek, nos reunimos con el ministro Adam Wopatka, del gobierno polaco, y él nos dijo: “Su Iglesia es bienvenida aquí.  Pueden construir sus edificios y enviar a sus misioneros; les damos la bienvenida a Polonia.  Este hombre”, dijo señalando a Juliusz Fussek, “ha srvido bien a su Iglesia y pueden estar agradecidos por su ejemplo y su labor”.

Thomas S. Monson, “Aprendamos, hagamos, seamos”, Liahona, noviembre de 2008, págs 60–62, 67–68.

 

Los mormones en Checoslovaquia

El hermano Šnederfler ha estado siempre dispuesto a defender el Evangelio.  Cuando llegó el momento propicio para que pidiéramos que se reconociera oficialmente a la Iglesia, las autoridades gubernamentales, que entonces eran comunistas, dijeron: “No manden a un estadounidense ni a ningún otro extranjero; manden a un checoslovaco”.   La situación era atemorizante, porque el admitir que se era un líder de cualquier iglesia en esa época en que la religión estaba prohibida podría indicar peligro.

Se llamó al hermano Šnederfler para ir ante su gobierno.  Más tarde me dijo que había pedido a todos los hermanos de la rama que oraran por él.  Luego, a Olga, su esposa, le dijo: “Te quiero.  No sé cuándo volveré ni si volveré; pero tengo amor por el Evangelio y debo seguir a mi Salvador”.  Con ese espíritu de fe y devoción, el hermano Šnederfler fue a ver a los oficiales de gobierno, reconoció ante ellos que él era el líder de la Iglesia allí y que había ido para solicitar que se restableciera el reconocimiento oficial del que la Iglesia había gozado antes.

Mientras tanto, el élder Russell M. Nelson, del Quórum de los Doce Apóstoles, había estado trabajando incansablemente para lograr esa meta tan deseada.  Un tiempo después recibió la buena noticia: “Su Iglesia es oficialmente reconocida otra vez en Checoslovaquia”.

Con cuánta alegría el hermano Šnederfler fue a dar a su esposa y a los otros valientes miembros la noticia de que otra vez podrían ir los misioneros a ese país y que de nuevo la gente podía adorar a nuestro Padre Celestial libremente.  Aquél fue un día feliz.

Thomas S. Monson, “Ven y escucha al profeta: La influencia del templo”, Liahona, agosto de 2002, pág. 2–3