Dado que se acerca el día de Acción de Gracias, es un buen momento para hablar acerca de la gratitud. Este ha sido un tema favorito de Thomas S. Monson, presidente de la Iglesia Mormona. Uno de sus discursos más populares se titula: “Encontrar gozo en el trayecto” y ese gozo se encuentra parcialmente a través de la gratitud por lo que tenemos, en lugar de centrarnos en lo que nos falta.
Elegir centrarnos en las bendiciones
Hace muchos años me conmovió la historia de Borghild Dahl, que nació en Minnesota en 1890 de padres noruegos, y que desde temprana edad sufrió serios problemas de la vista. Ella tenía un enorme deseo de participar de la vida cotidiana a pesar de su impedimento y, con tenaz determinación, logró el éxito en casi toda tarea que emprendió. En contra de los consejos de los maestros, que pensaban que el impedimento era sumamente grande, ella asistió a la Universidad de Minnesota, donde recibió una licenciatura; más tarde estudió en la Universidad Columbia y en la Universidad de Oslo. Finalmente llegó a ser directora de ocho escuelas en el oeste de Minnesota y Dakota del Norte.
Fue autora de diecisiete libros y en uno de ellos escribió lo siguiente: “Sólo tenía un ojo, y estaba cubierto de cicatrices tan profundas que toda mi visión se limitaba a una pequeña abertura en el ojo izquierdo. Solamente podía ver un libro si lo sostenía cerca de la cara y si esforzaba el ojo lo más posible hacia el lado izquierdo”.
Milagrosamente, en 1943—cuando tenía más de cincuenta años— se inventó un procedimiento revolucionario que por fin le devolvió gran parte de la vista que por tanto tiempo no había tenido. Ante ella se abrió un mundo nuevo y fascinante. Derivaba enorme placer en las cosas pequeñas que la mayoría de nosotros pasamos por alto, como ver un pájaro volar, notar la luz que se reflejaba en las burbujas del jabón del agua de los platos, u observar las fases de la luna cada noche. Terminó uno de sus libros con estas palabras: “Querido…Padre Celestial, te doy gracias; te doy gracias”.
Borghild Dahl, tanto antes como después de recuperar la vista, sintió inmensa gratitud por sus bendiciones.
En 1982, dos años antes de que muriera a los 92 años de edad, se publicó su último libro, titulado: Feliz toda mi vida. Su actitud de agradecimiento le permitió apreciar sus bendiciones y vivir una vida plena y abundante a pesar de sus dificultades.
Thomas S. Monson, “Encontrar gozo en el trayecto”, Liahona, noviembre de 2008, págs. 84–87
Una actitud agradecida
Las plagas de hoy son como la lepra de antaño; consumen, debilitan, destruyen; se hallan por todos lados y su efecto no conoce límites. Entre las que conocemos están las llamadas egoísmo, codicia, desenfreno, crueldad y delitos, mencionando unas pocas. Llenos de su veneno, tendemos a criticar, quejarnos, culpar a otros y, lenta pero seguramente, a abandonar lo positivo y concentrarnos en lo negativo.
Una canción de los años 1940 lo describe así:
«Acentúa lo positivo,
elimina lo negativo. Aférrate a lo
afirmativo y no seas tibio».
Era buen consejo entonces y sigue siéndolo ahora.
Esta es una magnífica época para vivir en la tierra; tenemos oportunidades ilimitadas. Aunque hay algunas cosas malas en nuestro mundo de hoy, hay mucho de bueno, como maestros que enseñan, ministros religiosos que ministran, matrimonios que triunfan, padres que se sacrifican y amigos que ayudan.
Si rehusamos vivir en el ámbito de los pensamientos negativos y cultivamos en el corazón una actitud de agradecimiento, nos elevaremos y podremos elevar a los demás. Si la ingratitud se cuenta entre los pecados serios, entonces la gratitud se puede mencionar entre las más nobles virtudes.
Thomas S. Monson, “Una actitud agradecida”, Liahona, julio de 1992, pág. 54
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