Thomas S. Monson: Profeta, Vidente y ReveladorThomas S. Monson sabe mucho acerca de cómo lograr que un matrimonio sea duradero.  Ha estado casado una sola vez, y él y su esposa Frances se casaron en 1948.  Éstos son algunos de sus pensamientos sobre la importancia de un matrimonio feliz.

Doy gracias a mi Padre Celestial por Frances, mi dulce compañera.  En octubre próximo ella y yo celebraremos 60 maravillosos años de casados.  A pesar de que mi servicio en la Iglesia empezó cuando era muy joven, ella jamás se ha quejado cuando he salido de casa para asistir a reuniones o para cumplir una asignación.  Durante muchos años, mis asignaciones como miembro de los Doce hacían que con frecuencia me ausentara de Salt Lake City —a veces por cinco semanas— dejándola sola para cuidar de nuestros hijos pequeños y nuestro hogar.  Desde que fui llamado como obispo a los 22 años, raras veces hemos tenido el lujo de sentarnos juntos durante un servicio de la Iglesia.  No podría haber pedido una compañera más leal, amorosa y comprensiva.

Thomas S. Monson, “El mirar hacia atrás y seguir adelante”, Liahona, mayo de 2008, págs. 87-90

“El hogar es donde está el corazón”. “Hay que vivir en una casa largo tiempo para hacer de ésta un hogar”.  “¡Hogar, dulce hogar!… Aunque sea humilde, no hay como el hogar”.  Dejamos de pensar en tan agradables recuerdos, y meditamos en nuestros padres ya fallecidos, en los hermanos ya grandes, en la infancia desaparecida.  Lenta pero ciertamente enfrentamos la certeza de que somos responsables del hogar que edificamos; tenemos que edificarlo con prudencia puesto que la eternidad no es un viaje corto.  Habrá calma y viento, sol y sombra, alegría y dolor; pero si en verdad nos esforzamos, nuestro hogar puede ser un pedacito de cielo en la tierra.  Lo que pensamos, lo que hacemos, la forma en que vivimos influye no sólo en el éxito de nuestra jornada terrenal, sino que traza el camino a nuestras metas eternas.

En 1995, la Primera Presidencia y el Consejo de los Doce Apóstoles hizo pública una proclamación al mundo concerniente a la familia.  Esta proclamación declara: “Hay más posibilidades de lograr la felicidad en la vida familiar cuando se basa en las enseñanzas del

Señor Jesucristo.  Los matrimonios y las familias que logran tener éxito se establecen y mantienen sobre los principios de la fe, la oración, el arrepentimiento, el  perdón, el respeto, el amor, la compasión, el trabajo y las actividades recreativas edificantes”

Los hogares felices tienen variados aspectos.  En algunos figuran familias grandes: el padre, la madre y los hijos que viven juntos con el espíritu de amor.  Otros constan de sólo uno de los padres con uno o dos hijos, en tanto que otros tienen tan sólo un integrante.  Sin embargo, hay ciertas características que definen un hogar feliz, sea cual fuere el número o la descripción de los miembros de la familia.  Me refiero a ellas como a los“distintivos de un hogar feliz”, los cuales son:

1. La costumbre de orar.

2. Una fuente de aprendizaje.

3. Una tradición de amor.

4. Un tesoro de testimonio.

Thomas S. Monson, “Distintivos de un hogar feliz”, Liahona, octubre de 2001, págs. 2-8

El 7 de octubre, mi esposa Frances y yo cumpliremos cuarenta años de casados.  Nuestro casamiento se efectúo en el santo templo que esta justamente al lado de este edificio donde nos encontramos reunidos.  El que ofició la ceremonia. Benjamin Bowring, nos dijo: »Quisiera darles una formula infalible para que ningún desacuerdo que surja entre ustedes dure más de un día.  Todas las noches, arrodíllense al lado de su cama.  Una noche, usted, hermano Monson, ofrezca la oración en voz alta, de rodillas.  A la otra noche, usted, hermana Monson, ofrezca la oración en voz alta, de rodillas.  Y yo les aseguro que cualquier malentendido que haya surgido durante el día se desvanecerá al orar ustedes.   Simplemente no podrán orar juntos sin experimentar los mejores sentimientos el uno hacia el otro».

Cuando fui llamado al Consejo de los Doce, hace veinticinco años este fin de semana, el presidente McKay me pregunto sobre mi familia.  Le conté de nuestra formula de oración por la que nos guiábamos y afirmé la validez de ella.  Desde el asiento en que se encontraba, sonriendo, me dijo: »Esa misma formula ha sido una bendición para mi esposa y mi familia durante todos los años de nuestro matrimonio».

Thomas S. Monson, “Distintivos de un hogar feliz,” Conferencia General, octubre de 1988.