Thomas S. Monson es el actual presidente de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.  Los mormones, como son a menudo denominados, tienen la reputación de tener normas morales estrictas para sus miembros, tanto hombres como mujeres. A continuación, algunos de los pensamientos del profeta sobre un tema que la mayoría de personas considera poco importante o una restricción de libertad en el actual mundo moralmente liberal.

mormon-leadersAntes de tomar cualquier decisión, háganse estas preguntas: ¿Cómo me afectará?, ¿cómo me beneficiará?, y vean que su código personal de conducta no recalque tanto el “¿qué pensarán los demás?”, sino, más bien, el “¿qué pensaré yo de mí misma?”. Déjense influenciar por la voz apacible y delicada del Espíritu; tengan presente que hace algunos años, un hombre con la debida autoridad puso las manos sobre la cabeza de ustedes en el momento de la confirmación y dijo: “Recibe el Espíritu Santo”. Abran el corazón, abran el alma misma, a los susurros de esa voz que testifica de la verdad. Como prometió el profeta Isaías: “…tus oídos oirán… palabra que diga: Este es el camino, andad por él” (Isaías 30:21).

El tenor de estos tiempos es la permisividad. A nuestro alrededor vemos los ídolos del cine, los héroes del mundo de los deportes —aquellos a quienes los jóvenes quieren imitar— haciendo caso omiso de las leyes de Dios y justificando procederes pecaminosos, argumentando que no tienen mayores efectos negativos. ¡No lo crean! Un día tendremos que rendir cuentas y poner nuestros actos en los platillos de la balanza. Toda Cenicienta tiene su medianoche, momento al que conocemos como el día del juicio final, el gran examen de nuestra vida. ¿Están preparadas? ¿Están satisfechas con su propia actuación?

Thomas S. Monson, “Sean un ejemplo”, Liahona, mayo de 2005, pág. 112

Me referiré ahora al valor que necesitarán para ser castas y virtuosas.  Ustedes viven en un mundo en el que gran parte de los valores morales se han dejado de lado, donde el pecado se exhibe de modo descarado y donde las asedian tentaciones para desviarlas del sendero estrecho y angosto.  Hay muchas voces que les dicen que son demasiado ingenuas o que tienen un problema si todavía creen que existe el comportamiento inmoral.

Isaías declaró: “Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo, que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz”.

Se requiere gran valor para permanecer castas y virtuosas en medio de las ideas que se aceptan en estos tiempos.

Según la perspectiva del mundo actual, hay muy pocos que piensan que un joven y una joven se mantendrán moralmente limpios y puros antes del matrimonio.  ¿Hace eso que el comportamiento inmoral sea aceptable?  ¡De ninguna manera!

¡Los mandamientos de nuestro Padre Celestial no están sujetos a la negociación!

Es poderosa la cita del comentarista de noticias Ted Koppel, que por muchos años fue el presentador del programa Nightline, de la cadena televisiva ABC.  Dijo:

“Nos hemos convencido de que los eslogans nos salvarán.  ‘Inyéctate si tienes que hacerlo, pero usa una aguja limpia’, o ‘Disfruta del sexo cuando quieras y con quien quieras, pero protégete…’

“¡No! ¡La respuesta es no!  No porque no esté de moda o no sea sensato, ni porque podrías terminar en la cárcel o morir en la sala de enfermos de SIDA, sino ¡porque está mal!

“Lo que Moisés trajo del monte Sinaí no fueron las Diez Sugerencias, son mandamientos; ¡son, no eran!”.

Mis dulces jóvenes hermanas, conserven una perspectiva eterna.  Estén alerta a cualquier cosa que pudiera robarles las bendiciones de la eternidad.

Thomas S. Monson, “Tengan valor”, Liahona, mayo de 2009, págs. 123-27

Debido al carácter tan sagrado de la intimidad sexual, el Señor requiere el autocontrol y la pureza antes del matrimonio, al igual que la plena fidelidad después de casados.  Durante el noviazgo, tratad con respeto a vuestra pareja y esperad de ellas ese mismo respeto.  El dolor sigue a la transgresión.  Hombres, no hagáis llorar a las mujeres, porque Dios os hará responsables de ello.

En la antigüedad encontramos un ejemplo que ilustra este principio.  Darío, por medio de ritos apropiados, había sido reconocido como rey legítimo de Egipto.  Su rival, Alejandro, había sido declarado hijo legítimo de Amón, por lo que él también era faraón.  Alejandro encontró a Darío, derrotado y al borde de la muerte.  Le impuso las manos sobre la cabeza y le ordenó que se levantara y reanudara su majestuoso poder.  Y concluyó: “Te juro, Darío, por todos los dioses, que hago estas cosas con lealtad y sin fingimiento”, a lo que Darío contestó con gentil reproche: “Alejandro, mi muchacho,… ¿crees que puedes tocar el cielo con las manos?”

Hermanos, ¿estamos preparados para tocar el cielo cuando cumplimos con nuestros llamamientos del sacerdocio?

Thomas S. Monson, “Para tocar el cielo”, Liahona, enero de 1991, pág. 51

El libertinaje, la inmoralidad, la pornografía y el poder adverso que ejercen las malas compañías hacen que muchas personas se lancen al mar del pecado y perezcan en los arrecifes de las oportunidades truncadas, las bendiciones perdidas y los sueños destrozados.

Llenas de preocupación os preguntáis: ¿Existe algún camino seguro?  ¿Puede alguien guiarme?  ¿Existe alguna manera de escapar a la amenazante destrucción?  La respuesta es un rotundo ¡SI!  Os aconsejo que os guiéis por el faro del Señor.  No hay niebla que sea lo suficientemente espesa, ni noche tan obscura, ni tempestad tan fuerte, ni marinero tan perdido, para que ese faro no sirva de rescate.  Su luz guía en las tormentas de la vida y nos lleva a la seguridad; nos lleva hacia el hogar.

El faro del Señor envía señales fáciles de reconocer que nunca fallan.  En esta ocasión os traigo un resumen de esas señales.  Estas palabras de advertencia, estas normas de seguridad, están impresas en un folleto que pronto habrá de publicarse y que lleva como título La fortaleza de la juventud.

Quisiera leeros parte de la introducción del folleto, preparada por la Primera Presidencia de la Iglesia:

“Nuestros amados jóvenes y señoritas:

“Deseamos haceros saber que os amamos y que tenemos plena confianza en vosotros…

“Deseamos para vosotros todo lo bueno y recto del mundo.  No sois tan sólo jóvenes y señoritas comunes y corrientes, sino espíritus escogidos que habéis sido reservados para nacer en esta época en que las tentaciones, las responsabilidades y las oportunidades están en su ápice.  Estáis en una etapa crítica de vuestra vida, en la que no sólo debéis vivir rectamente, sino que también debéis ser un ejemplo para vuestros compañeros…

“Dios os ama…  Su deseo… es que regreséis a su lado puros y sin mancha, habiendo probado que sois dignos de heredar una eternidad de gozo en su presencia…

“Os aconsejamos que escojáis vivir una vida moralmente limpia…

“No se puede hacer el mal y sentirse bien.  ¡Es imposible!  Muchos años de felicidad se pueden perder por la tonta gratificación de un deseo momentáneo de placer…

“Podréis evitar la carga de culpa y pecado y todo el dolor asociado con ellos… si guardáis las normas que contienen las Escrituras y que se recalcan en este folleto…

“Rogamos que vosotros – la generación joven – mantengáis vuestros cuerpos y vuestras mentes limpios, libres de la contaminación del mundo, que seáis instrumentos aptos y puros para cumplir triunfalmente con las responsabilidades del reino de Dios en preparación para la segunda venida de nuestro Salvador” (La fortaleza de la juventud, 1990, pág. 1.)

Thomas S. Monson, “El faro del Señor”, Liahona, enero de 1991, pág. 109