Thomas S. Monson es el actual profeta de los mormones y le encanta compartir historias y enseñanzas del primer profeta de los mormones, José Smith.  El tan esperado día de la restauración efectivamente sucedió.  Pero, examinemos ese importante acontecimiento en la historia del mundo, recordando el testimonio del joven que se convirtió en un profeta, el testigo que estaba allí, José Smith.

joseph-smith-bible-mormonAl describir su experiencia, José dijo: “…un día estaba leyendo la Epístola de Santiago, primer capítulo y quinto versículo,  que dice: Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada”17

“Finalmente llegué a la conclusión de que tendría que permanecer en tinieblas y confusión, o de lo contrario, hacer lo que Santiago aconsejaba, esto es, recurrir a Dios…

“…me retiré al bosque para hacer la prueba.  Fue por la mañana de un día hermoso y despejado, a principios de la primavera de 1820…

“…me arrodillé y empecé a elevar a Dios el deseo de mi corazón…

“…vi una columna de luz, más brillante que el sol, directamente arriba de mi cabeza; y esta luz gradualmente descendió hasta descansar sobre mí…

“…Al reposar sobre mí la luz, vi en el aire arriba de mí a dos Personajes, cuyo fulgor y gloria no admiten descripción.  Uno de ellos me habló, llamándome por mi nombre, y dijo, señalando al otro: Éste es mi Hijo Amado: ¡Escúchalo!18.

El Padre y Su Hijo Jesucristo aparecieron a José Smith. La mañana de la dispensación del cumplimiento de los tiempos había llegado, disipando así las tinieblas de largos siglos de noche espiritual.

Se han escrito muchos libros acerca de la vida y de los logros de José Smith, pero quizás el hacer resaltar un par de puntos sobresalientes sea suficiente: Él recibió la visita del ángel Moroni.  De las planchas preciosas que se le entregaron, tradujo el Libro de Mormón, con un nuevo testimonio de Cristo a todo el mundo.  Fue un instrumento en las manos del Señor, de quien recibió maravillosas revelaciones relacionadas con el establecimiento de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.  Durante su ministerio, lo visitaron Juan el Bautista, Moisés, Elías el profeta, Pedro, Santiago y Juan a fin de que se llevara a cabo la restauración de todas las cosas.  Soportó persecuciones y sufrió profundamente, como también sus seguidores.  Él confió en Dios y fue fiel a su llamamiento profético.  Dio comienzo a una obra misional maravillosa por todo el mundo, la cual hoy lleva la luz y la verdad a las almas del género humano.  Al final, José Smith murió mártir, como también su hermano Hyrum.

José Smith fue un verdadero pionero.

(Thomas S. Monson, “Guiados por pioneros espirituales”, Liahona, agosto de 2006, pág. 3)

Ninguna descripción de modelos a seguir estaría completa sin incluir a José Smith, el primer Profeta de esta dispensación.  Con sólo catorce años, este valiente jovencito se internó en una arboleda, a la que más tarde se calificaría de sagrada, y recibió una respuesta a su oración sincera.

A continuación, José fue objeto de una encarnizada persecución al hacer saber a otras personas el relato de la gloriosa visión que había recibido en aquel bosque. No obstante, a pesar de que se le ridiculizó y menospreció, permaneció firme, y dijo: “…había visto una visión; yo lo sabía, y sabía que Dios lo sabía; y no podía negarlo, ni osaría hacerlo”17.

Paso a paso, enfrentando la oposición casi constantemente pero siempre guiado por la mano del Señor, José organizó La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.  En todo lo que hizo demostró su valor.

Hacia el final de su vida, cuando los conducían a él y a su hermano Hyrum a la cárcel de Carthage, enfrentó con valor lo que, sin duda, sabía que le esperaba, y selló su testimonio con su sangre.

Al hacer frente a las pruebas de la vida, ojalá que siempre emulemos el valor que demostró el profeta José Smith.

(Thomas S. Monson, “Nos marcaron el camino a seguir”, Liahona, octubre de 2007, págs. 3-7)

El profeta José Smith se enfrentó con tentaciones.  ¿Se imaginan el ridículo, el desprecio, la burla de que debe de haber sido blanco cuando declaró haber visto una visión?  Supongo que tiene que haber sido casi insoportable para el muchacho.  Él sabía sin duda que sería mucho más fácil retractarse de lo que había dicho en cuanto a la visión y seguir con su vida normal.  Sin embargo, no se dio por vencido y de este modo se expresó en cuanto al asunto: “Yo efectivamente había visto una luz, y en medio de la luz vi a dos Personajes, los cuales en realidad me hablaron; y aunque se me odiaba y perseguía por decir que había visto una visión, no obstante, era cierto…había visto una visión; yo lo sabía, y sabía que Dios lo sabía; y no podía negarlo”.  José Smith enseñó el valor por medio de su ejemplo, se enfrentó con la tentación y la rechazó.

Thomas S. Monson, “Sean un ejemplo”, Liahona, mayo de 2005, pág. 112

El llamado del deber llegó a John E. Page cuando el profeta José Smith lo llamó para que cumpliera una misión.  John E. Page ‘murmuró» y respondió: «Hermano José, no puedo ir a la misión a Canadá; ni siquiera tengo abrigo».

El profeta José Smith se quitó su propio abrigo, lo entregó al hermano Page, y le dijo: «Llévate este y el Señor te bendecirá.» John E. Page cumplió una misión en Canadá. y durante un periodo de dos años caminó 8.000 kilómetros y bautizó a 600 personas (véase Andrew Jenson, “John E. Page”, The Historical Record, 5:57)

Thomas S. Monson, “El llamado del deber”, Liahona, julio de 1986, pág. 37

Cuando José tenía unos seis o siete años de edad, él y sus hermanos y hermanas contrajeron la fiebre tifoidea.  Al paso que los otros se recuperaron sin dificultades, José quedó con una dolorosa herida en la pierna.  Los médicos, valiéndose de la mejor medicina con que contaban, le pusieron en tratamiento, pero la herida no sanó, y dijeron que, para salvar la vida del niño, tendrían que amputarle la pierna.  Felizmente, poco después, los médicos volvieron a casa de los Smith para hacerles saber que había un nuevo procedimiento que podría salvarle la pierna a José.  Puesto que deseaban operarlo de inmediato, habían llevado un trozo de cuerda para amarrar a José a la cama a fin de que no se moviera, debido a que no tenían nada con qué aplacarle el dolor.  Pero el pequeño José, les dijo: “No tienen que amarrarme”.

Los médicos sugirieron que tomara algo de licor o de vino para que el dolor no le resultara tan intenso. “No”, replicó el pequeño José, “si mi padre se sienta en la cama y me sostiene entre sus brazos, yo haré lo que sea necesario”.  Joseph Smith, Sr., sostuvo en sus brazos a su pequeño de seis años, y los médicos le extrajeron el trozo de hueso infectado. Aunque José quedó cojo durante algún tiempo, por fin sanó.  Tanto a esa temprana edad como en incontables otras ocasiones a lo largo de su vida, José Smith nos enseñó una lección de valor mediante el ejemplo.

Thomas S. Monson, “El Profeta José Smith: Maestro mediante el ejemplo”, Liahona, noviembre de 2005, pág. 67