Thomas S. Monson es el profeta mormón de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, cuyos miembros son conocidos como los mormones. Él es conocido por su alegre actitud hacia la vida, y, en estas citas, podremos aprender sus pensamientos acerca de cómo obtener y mantener una actitud mental positiva, incluso en los momentos difíciles.
A veces, las ciudades y las naciones llevan sus etiquetas de identidad. Este era el caso de una fría y vieja ciudad del este de Canadá, a la cual los misioneros llamaban «La Ciudad de Piedra». En los seis años anteriores sólo había habido un converso a la Iglesia en Kingston, aunque durante todo ese período los misioneros asignados habían estado trabajando constantemente; nadie se bautizaba allí; cualquier misionero atestiguaría esto. Para ellos, el tiempo que pasaban en Kingston era como si lo pasaran en prisión. Cualquiera que fuera el lugar adonde lo transfirieran, el saber que saldría de allí hacía que los pensamientos se elevaran al máximo.
Mientras oraba y meditaba sobre este lamentable dilema, como lo requería mi responsabilidad de presidente de la misión, mi esposa me llamó la atención sobre un pasaje de un libro escrito por Deta Petersen Neeley, Historia de Brigham Young, relato para niños y me leyó lo siguiente: «Brigham Young entró en Kingston, Canadá, en un frío y nevado día. Predicó en la ciudad treinta días y bautizó a cuarenta y cinco almas. «Ahí estaba la respuesta. Si el misionero Brigham Young había podido lograr ese éxito, también podían hacerlo los misioneros actuales.
Sin dar explicaciones, retiré a los misioneros de Kingston, sólo para romper el cielo de frustración; luego, hice circular esta noticia: «Pronto abriremos a la obra misional una nueva ciudad, la misma en la que predicó Brigham Young, bautizando a cuarenta y cinco personas en treinta días». Los misioneros empezaron a especular en cuanto al lugar. En sus cartas semanales pedían ser asignados a ese paraíso terrenal. Así pasó el tiempo; entonces, fueron seleccionados cuatro misioneros, dos nuevos y dos con experiencia – para aquella aventura proselitista. Los miembros de la pequeña rama prometieron su apoyo; los misioneros prometieron su vida; y el Señor honró ambas promesas.
En sólo tres meses, Kingston se convirtió en la ciudad más productiva de la Misión de Canadá. Los edificios de piedra gris todavía estaban allí, la apariencia de la ciudad no había cambiado, la población seguía siendo la misma; lo que había cambiado era la actitud. Y la etiqueta de la duda había dado paso a la de la fe. (Thomas S. Monson, “Etiquetas”, Conferencia General de octubre de 1983).
Esta es una magnífica época para vivir en la tierra; tenemos oportunidades ilimitadas. Aunque hay algunas cosas malas en nuestro mundo de hoy, hay mucho de bueno, como maestros que enseñan, ministros religiosos que ministran, matrimonios que triunfan, padres que se sacrifican y amigos que ayudan.
Si rehusamos vivir en el ámbito de los pensamientos negativos y cultivamos en el corazón una actitud de agradecimiento, nos elevaremos y podremos elevar a los demás. Si la ingratitud se cuenta entre los pecados serios, entonces la gratitud se puede mencionar entre las más nobles virtudes.
Thomas S. Monson, “Una actitud agradecida”, Liahona, julio de 1992, pág. 64
Desde que nos reunimos la última vez, hace seis meses en la conferencia general, ha habido señales constantes de que las circunstancias mundiales no son necesariamente lo que quisiéramos. La economía global, que hace seis meses parecía estar declinando, parece haberse ido a pique, y durante muchas semanas el panorama económico ha sido un tanto sombrío; además, las bases morales de la sociedad siguen decayendo, mientras que los que tratan de proteger ese fundamento a menudo son ridiculizados y a veces perseguidos. Y las guerras, los desastres naturales y las desgracias personales siguen ocurriendo.
Sería fácil desanimarnos y perder la fe en cuanto al futuro —o incluso tener temor de lo que pueda venir— si sólo nos concentráramos en lo que está mal en el mundo y en nuestra vida. Sin embargo, hoy quisiera que nuestros pensamientos y nuestras actitudes dejen de lado los problemas que nos rodean y se concentren en las bendiciones que tenemos como miembros de la Iglesia. El apóstol Pablo declaró: “…no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio”1.
Ninguno de nosotros pasa por esta vida sin problemas ni desafíos, y a veces tragedias e infortunios. Después de todo, en gran parte estamos aquí para aprender y progresar como resultado de esos acontecimientos. Sabemos que habrá ocasiones en las que sufriremos, lloraremos y estaremos tristes; no obstante, se nos ha dicho: “Adán cayó para que los hombres existiesen; y existen los hombres para que tengan gozo”2.
¿Cómo podemos tener gozo en la vida a pesar de todo lo que enfrentemos? Cito otra vez de las Escrituras: “Sed de buen ánimo, pues, y no temáis, porque yo, el Señor, estoy con vosotros y os ampararé”3.
La historia de la Iglesia en ésta, la dispensación del cumplimiento de los tiempos, está repleta de experiencias de los que han luchado pero que han permanecido firmes y con buen ánimo al hacer del evangelio de Jesucristo el punto central de su vida. Esa actitud es lo que nos ayudará a superar lo que se interponga en nuestro camino. No eliminará nuestros problemas, pero nos permitirá enfrentar los desafíos, con confianza, y salir victoriosos. (Thomas S. Monson, “Sed de buen ánimo”, Liahona, mayo de 2009, págs. 89-92)
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