Hace varias generaciones, un joven misionero llamado Elías Monson enseñó el evangelio en Suiza. Una de las familias a la que él convirtió fue la familia Johnson. Después, miembros de esa familia emigrarían a Utah.
El sobrino nieto de Elías Monson creció en Utah, al igual que la nieta de los Johnsons. Un día, el sobrino nieto, Thomas S. Monson, llegó a uno de los hogares de Utah a recoger a la joven de su cita y conocer a su familia. El padre de Frances preguntó al joven si era pariente de Elías Monson, a lo que Thomas le aseguró que sí. El hombre explicó que Elías lo había convertido al evangelio, al igual que a su familia y abrazó al joven con gratitud y lágrimas. Más tarde Thomas Monson se casó con Frances y es un matrimonio que ha sobrevivido toda una vida de desafíos con amor y devoción.
Con una relación tan importante entre sus familias, parecería que habrían planes divinos detrás de la unión de estas dos familias.
El Presidente Monson vio a Frances por primera vez en un baile, pero cada uno tenía una pareja distinta. Mientras bailaba cerca a su lado, él sintió un fuerte deseo de conocerla, pero no la volvió a ver sino hasta después de tres meses. La siguiente vez que la vio, él estaba esperando el tranvía y ella estaba en compañía de amigos, incluido un hombre que él había conocido en la escuela. Cuando esto le daba la oportunidad perfecta para unírseles, se dio cuenta de que se había olvidado el nombre del viejo amigo. Sacó fuerzas de flaquezas y superando el problema dijo: “Hola, mi viejo amigo de los días de escuela.” Esto hizo que el viejo amigo confesara que no podía recordar el nombre de Thomas. Se hicieron las presentaciones y Thomas finalmente conoció a la chica que había querido conocer desde hacía tres meses.
El Presidente Monson y su esposa se casaron y han estado juntos por más de sesenta años. Los años han sido un desafío para Frances Monson. Su esposo ha estado en un trabajo de alto nivel en la iglesia desde el principio, incluyendo ser un obispo de tan sólo veintidós años de edad. (La mayoría de Obispos son mucho mayores.) Las personas en altas posiciones de liderazgo, como las de obispo, con frecuencia se sientan en el estrado, con los líderes y oradores, no con la congregación. Esto quería decir que la Hermana Monson (título otorgado a las mujeres adultas en la iglesia) tenía que cuidar de sus tres hijos sola en la congregación. Cuando llamaron al Presidente Monson como Autoridad General (un líder de alto rango en la iglesia), él viajaba con frecuencia, a veces hasta por cinco semanas seguidas. Durante estos prolongados viajes, Frances se las arreglaba para hacer el trabajo de ella como el de él, en atender a los niños y el hogar.
Su hija, Ann Monson Dibb, dijo: “Mamá nos hacía saber que él estaba cumpliendo con su deber y que nosotros estaríamos protegidos y cuidados cada vez que él estuviera lejos. Ella nos transmitía este mensaje no solamente con palabras sino con su suave manera de asegurarse de que todo aquello que tenía que hacerse, se cumpliera siempre.
“Mi madre es diferente a muchas mujeres de la generación actual. En lugar de buscar el reconocimiento del mundo, siempre ha recibido reconocimiento a su valía de cosas tales como la sonrisa feliz de un hijo o los brazos extendidos de un nieto.” (Jeffrey R. Holland, “Presidente Thomas S. Monson: Terminando el Curso, Manteniendo la Fe”, Tambuli, Oct. 1994, 16)
En 1959 El Presidente Monson y su esposa fueron llamados a dirigir la Misión Canadiense. Aunque era muy difícil para la Hermana Monson dejar su hogar por varios años, ella fue muy gustosa y trabajó muy fuerte siendo una mamá para 450 jóvenes hombres y mujeres además de sus propios hijos. En una ocasión recibió un llamada telefónica de un hombre que había escuchado un poco sobre la iglesia en Holanda, de donde era oriundo. Él y su familia se habían mudado a Canadá y querían saber más. Ella entusiastamente prometió hacer los arreglos necesarios y asignó misioneros para la tarea. Los misioneros demoraron, pero, en una verdadera muestra de liderazgo, Frances se mantuvo tras de ellos, recordándoles que debían salir a ver a esa familia. Ellos seguían diciendo que se encontraban ocupados pero que lo harían. Finalmente, les dijo que si ellos no iban a ver a esa familia ese mismo segundo día, ella y su esposo los visitarían. Los misioneros decidieron que tenían el tiempo necesario, pues no deseaban que ocurriera lo dicho por la Hermana Monson. El hombre a quien ellos fueron a ver no solamente se convirtió a la Iglesia sino que también se convirtió en un líder de alto nivel en la iglesia y su membrecía puede ser considerada como resultado de la determinación de Frances en que se debe hacer el trabajo del Señor.
Frances Monson es un ejemplo para los miembros de la Iglesia en todo el mundo. Su esposo la describe como “una mujer de una suave y profundamente poderosa fe.”
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