14 de octubre de 2008, por Terrie
Thomas S. Monson, profeta de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, cuyos miembros son llamados a veces mormones, se le llamó para ser obispo cuando sólo tenía veintidós años de edad. Un obispo es similar a un pastor, con la diferencia de que dirige su barrio (congregación) como un ministro laico, y también debe manejar una carrera profesional y una familia al mismo tiempo. Los barrios SUD requieren de mucho tiempo y las necesidades de servicio son muchas. La mayoría de los obispos son mucho mayores y tienen mucha más experiencia, y el joven obispo Monson tenía un desafío adicional. En una gran congregación de más de 1,050 miembros, 87 eran viudas. Los barrios se conforman por todos los miembros de un área geográfica asignada, y la suya era una donde había gran necesidad. Tenían la carga de asistencia social más grande en la iglesia. Esto no se refiere a la asistencia social del gobierno, sino a la asistencia social de la iglesia. La iglesia hace lo más que puede por sí misma, y Thomas Monson tuvo el número más grande de personas en necesidad que cualquier otra congregación en toda la iglesia.
Escribió lo siguiente acerca de su barrio: “Las direcciones en ese barrio no sonaban a nombres tan pomposos como: Colonial Hills Circle, Mountain View Estates o Skyline Drive; al contrario, eran conocidas por nombres más sencillos tales como: Orchard Place, Gale Street, Elford Court. El barrio no se encontraba al este de los rieles del ferrocarril de la Ciudad de Lago Salado, tampoco estaba al oeste de los mismos. Ese barrio cruzaba las vías del ferrocarril. La mayoría de las viudas y aquellos en necesidad económica se escondían en los sótanos de los departamentos, en cuartos interiores de los pisos superiores, o en casas deterioradas ubicadas detrás de las calles poco conocidas. Me convertí en el pastor. Este era mi rebaño. Esto me hizo recordar la advertencia de Dios a través de Ezequiel; “¡Ay de los pastores de Israel, que se apacientan a sí mismos!” (véase Ezequiel 34:2-3).”
El joven obispo trabajó muy duro para cuidar de las muchas viudas que estaban bajo su mayordomía. Visitaba a cada una de ellas en tiempos de navidad, empleando una semana entera de sus vacaciones personales para hacerlo.
Sin embargo, hay más en esta historia. Cada año continuó con aquellas visitas de navidad, incluso después de que ya no era su obispo, e incluso después de que lo hicieran Autoridad General, uno de los puestos más altos de la iglesia con responsabilidad internacional. Siempre les llevaba un regalo. Al inicio, el regalo era con frecuencia una gallina preparada, de su propiedad. Conoció a otras viudas en los asilos a donde algunas de estas mujeres se mudaron con el tiempo, y visitaba también a aquellas mujeres; y, a pesar del largo viaje para las responsabilidades de la iglesia, él hablaba en los funerales de cada una de las viudas que conoció al principio. En la actualidad, realiza visitas frecuentes a las viudas que ha conocido en el curso de su gran servicio a las personas de la iglesia.
De una de esas visitas escribió lo siguiente: “Existe un hogar mucho más grande aquí, donde muchas viudas viven. La mayoría se sienta en una sala bien iluminada; pero, a la que está a solas en su cuarto, es a la que debo visitar. Desde aquel golpe devastador hace algunos años, no ha dicho palabra alguna. No hay un destello de reconocimiento, tampoco una palabra mencionada. De hecho, un encargado pregunta si estoy conciente de que esta paciente no ha pronunciado ninguna palabra en años. Esto no influye en nada. No sólo he disfrutado de la conversación unilateral con ella, sino que he conversado íntimamente con Dios”. (Thomas S. Monson, “La larga línea de la soledad”, Ensign-revista SUD en inglés, febrero de 1992, 2)
El presidente Thomas S. Monson es un gran ejemplo del dar compasivo y generoso a la manera de Cristo, para los miembros de la iglesia.
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