El presidente Monson, el líder de los mormones, ha hecho muchos viajes a Alemania. En las siguientes citas, él comparte algunas historias de los miembros fieles de la iglesia, quienes viven en Alemania y han tomado con frecuencia el liderazgo de la iglesia como uno de los mayores desafíos.
Pruebas que indican Dios se preocupa por nosotros
Permítanme ilustrar esto con una atesorada experiencia personal. Durante muchos años, mis asignaciones me llevaron a esa parte de Alemania que se encontraba detrás de lo que se llamaba la Cortina de Hierro. Bajo el control comunista, las personas que vivían en esa región de Alemania habían perdido casi todas sus libertades; se restringieron las actividades de los jóvenes y se vigilaban todos sus movimientos.
Poco después de asumir mis responsabilidades en esa región, asistí a una conferencia muy especial efectuada en aquella parte de Alemania. Después de los himnos de inspiración y de la palabra hablada, sentí la impresión de reunirme brevemente afuera del viejo edificio con los estimados jovencitos, quienes eran relativamente pocos, pero que escuchaban cada una de mis palabras; tenían hambre de recibir la palabra y el aliento de un apóstol del Señor.
Antes de asistir a la conferencia y de partir de los Estados Unidos, sentí la inspiración de comprar tres paquetes de goma de mascar; la compré de tres sabores: de menta, de menta verde y de frutas. Al concluir la reunión con los jóvenes, di meticulosamente a cada uno de ellos dos barritas de goma de mascar, algo que nunca habían probado y que recibieron con gozo.
Pasaron los años. Regresé a Dresde, el sitio de aquella conferencia. Ya contaban con capillas; la gente era libre; tenían un templo. Alemania ya no estaba separada por barreras políticas, sino que se había convertido en una sola nación. Esos jóvenes ya eran adultos que tenían sus propios hijos.
Tras una larga e inspiradora conferencia, una madre y su hija me buscaron para hablar conmigo. La hija, que tenía más o menos la edad de ustedes, y que hablaba algo de inglés, me dijo: «Presidente Monson, ¿recuerda que hace mucho se reunió unos momentos con unos jóvenes después de una conferencia de distrito y que dio a cada uno dos barritas de goma de mascar?».
Respondí: «Sí; lo recuerdo muy bien».
Ella agregó: «Mi madre fue una de las que recibió su regalo. Ella me contó que había dividido una de las barritas en varias partes; mencionó su dulce sabor y cómo las atesoró». Luego, con la sonrisa de aprobación de su querida madre, me entregó una cajita. Al abrirla, vi la otra barrita de goma de mascar, aún con el envoltorio, después de casi veinte años. Luego dijo: «Mi madre y yo queremos regalarle esto», dijo.
Se derramaron lágrimas, seguidas de abrazos.
La madre se dirigió a mí: «Antes de que usted viniera a nuestra conferencia hace tantos años, yo le había suplicado a mi Padre Celestial que me hiciera saber que Él de verdad se preocupaba por mí. Guardé ese obsequio a fin de que pudiese recordar y enseñar a mi hija que nuestro Padre Celestial sí escucha nuestras oraciones».
Esta noche tengo ese obsequio ante ustedes, que es un símbolo de fe y de seguridad de la ayuda celestial que nuestro Padre y Su Hijo Jesucristo les brindarán.
Thomas S. Monson, “Caminos hacia la perfección”, Conferencia General de abril de 2002.
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