La mayoría de cristianos no tienen dificultad en aceptar a Moisés o Noé como los verdaderos profetas de Dios. Después de todo, ellos vivieron hace mucho tiempo y están en la Biblia. Es más fácil creer que alguien que vivió en la antigüedad sea un profeta, en lugar de creer que alguien de nuestro propio tiempo lo sea.
Esto era un problema que también enfrentaban muchos profetas del Antiguo Testamento. Cuando Noé predicó la inundación y el arrepentimiento, nadie ajeno a su propia familia lo tomó en serio. Él era solo Noé, un hombre que las personas veían trabajar en su huerto y acudir al pueblo cada día. Era difícil imaginar que alguien tan común podría ser un profeta y, cuando profetizó, la gente no lo escuchó. Cuando la lluvia comenzó, y se dieron cuenta de que realmente era un profeta, ya era demasiado tarde.
El mismo Jesucristo comentó este desafío. Para muchos, Él solo era el hijo de un carpintero justo. Era demasiado conocido, y sin la distancia de espacio o tiempo, Él parecía demasiado normal para ser un profeta y un Dios para la gente que lo había visto toda Su vida. “No hay profeta sin honra sino en su propia tierra, y entre sus parientes y en su casa” (Marcos 6:4). En otras palabras, Él era demasiado conocido para los que le rodeaban, incluyendo para Sus propios hermanos hasta el momento de Su resurrección.
Hoy, la gente sabe que hay un profeta mormón, pero les resulta difícil creer que una persona en su propio tiempo pueda ser un profeta. Presumen que hoy Dios es incapaz de hablar con Sus hijos o no quiere hacerlo, aunque sí creen que Él podía hablar con sus hijos hace mucho tiempo. La distancia otorga validez.
Dios envió profetas a los primeros israelitas a fin de prepararlos para el ministerio de Jesús en la tierra. No se limitó a enseñar todo a Adán y después a esperar que todo se transmita de forma correcta. Continuó enviando nuevos profetas después de la muerte de Adán y éstos prepararon al mundo para el nacimiento del Salvador. Los tiempos cambian, y los profetas enseñaron prácticas que se aplicaban sólo a ese período de tiempo – por ejemplo construir un arca, recoger el maná, o dirigirse a la tierra prometida. Sin un profeta, nadie habría sabido qué hacer en esas situaciones únicas.
Periódicamente, los profetas fueron quitados de la tierra y los israelitas fueron abandonados debido a su falta de obediencia. Sin embargo, en cada ocasión, Dios a la larga restauraba los profetas.
Ahora, nos estamos preparando para el regreso de Jesús. Al igual que los profetas enviados a preparar al mundo para la primera venida, Dios envió a los profetas para preparar para la segunda venida. Si hemos necesitado profetas en la preparación de la primera, también los necesitamos en la segunda.
Pero, ¿cómo sabemos los mormones que Thomas S. Monson es el profeta que ha sido enviado? De entre todos los que han afirmado ser profetas, ¿cómo han identificado a este hombre en particular como el verdadero profeta de Dios?
A los mormones se les enseña desde la infancia o desde los días en que están considerando su conversión al mormonismo, averiguar esto por sí mismos. Se les dice que los testimonios de sus padres, maestros o misioneros son sólo un punto de partida. Tienen que descubrir por sí mismos, y deben obtener esta información del único en que pueden confiar completamente para guiarlos en el camino correcto. Esto significa, naturalmente, que deberán pedirle a Dios. Sólo Dios puede decirles quién es realmente su profeta.
Los mormones creen que pueden acudir a Dios con cualquier pregunta, y pedir consejos y sabiduría. Esta promesa la hizo en Santiago 1:5 en la Biblia. Es interesante observar que muchos eruditos creen que el autor de este libro es el medio hermano de Jesucristo. La Escritura dice:
Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, quien da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada (Santiago 1:5)
Este es el pasaje que puso en marcha la restauración del evangelio. Después de la muerte del Salvador y de los apóstoles, la gente empezó a confundirse en cuanto a la doctrina. De hecho, la resurrección comenzó incluso antes de la muerte de los apóstoles, y a menudo la gente se preocupaba por esto en sus cartas encontradas en el Nuevo Testamento. José Smith, un muchacho de catorce años de edad, leyó esta escritura a principios de 1800 y lo puso a prueba. Entró en el bosque y oró para saber a cuál iglesia unirse. Dios y Jesucristo vinieron en persona para decirle que no se uniera a ninguna de ellas, porque el evangelio completo ya no estaba en la tierra. No iba a existir una nueva reforma – que puedo haber sido por qué no podía unirse a una iglesia en el ínterin, sino una restauración de la verdad.
Esta importante escritura no fue escrita sólo para los futuros profetas. Es una promesa de Dios para cada persona con fe. Aunque Dios y Jesús probablemente no se presentarán ante nosotros en persona, puesto que nosotros no vamos a iniciar la restauración en el futuro, todavía podemos recibir respuestas de Dios, y esto es lo que los mormones deben hacer.
Cuando un mormón, o alguien que está aprendiendo acerca de los mormones, quiere saber lo que es cierto, recurren a Dios en oración. Enseñamos a nuestros investigadores (personas que aprenden acerca de los mormones) que primero investiguen y aprendan a partir de fuentes confiables, tales como misioneros, amigos mormones, y los sitios Web oficiales de los mormones. Entonces que piensen ello e incluso lo prueben. Por ejemplo, la mejor manera de averiguar si realmente el Salvador quiere que amemos a nuestro prójimo es comenzar a tratar a los demás con amor y cariño y luego ver cómo nos sentimos a medida que lo hacemos. Los líderes mormones a menudo dicen que no podemos hacer el mal y sentirnos bien. Si somos capaces de sentir el espíritu de Dios y sentirnos en paz y bien, sabemos que este es un mandamiento verdadero.
Las respuestas no siempre vienen de inmediato. A veces una persona tiene que orar por muchos días o semanas para saber la respuesta. Algunos incluso han orado por años. A veces podemos orar por una pequeña parte de la respuesta y después orar por otras partes en otras oraciones. A medida que nuestra capacidad de entender cómo Dios se comunica con nosotros mejora, podemos prepararnos mejor para recibir respuestas a las grandes preguntas.
He aquí cómo esto podría funcionar en la práctica:
Susan ha estado hablando con su amiga mormona acerca de las creencias mormonas. El tema del profeta realmente le interesa porque a menudo se preguntaba por qué Dios no muestra interés para ayudarnos en la preparación de la Segunda Venida. Ella se siente alentada por su amiga a orar. Sin embargo, ella no está lista para saber si Thomas Monson es el profeta. Ella decide aprender poco a poco. Lee sobre los profetas del Antiguo Testamento y lo que Dios ha dicho acerca de ellos. Luego acude a Dios en oración y le dice que ella cree que Él debe haber enviado un profeta en algún momento en los últimos años y le pregunta si esto es verdad. Al principio, ella no siente nada, porque no está acostumbrada a pedir la confirmación, en lugar de ayuda física. Sin embargo, ella persevera y confía en Dios. Pronto ella tiene un sentimiento poderoso, cálido y reconfortante en su corazón. Ella sabe que es de Dios, porque se siente en paz.
Con el tiempo, Susan está lista para saber quién es ese profeta y vuelve a Dios en oración. Cuando recibe una respuesta de nuevo, entiende de inmediato las consecuencias de esta respuesta.
Hay algunos que tratan de convencer a los investigadores de no orar acerca de esto. Afirman que no podemos saber quién está respondiendo a la oración. Sin embargo, los mormones saben que Dios puede hacer cualquier cosa y eso significa que Él es capaz de respondernos en una manera que podemos reconocer. Los mormones no subestimamos a Dios. Sabemos que Satanás no es el autor de la paz y del verdadero gozo. Esto sólo viene de Dios. Sabiendo esto, los mormones somos capaces de conocer de una manera que nadie puede que Dios nos ha enviado profetas en los últimos días porque nos ama tanto como amaba a Sus primeros hijos de Israel.
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