Los mormones enseñan que Dios es, literalmente, nuestro amoroso Padre en el Cielo. Thomas S. Monson a menudo nos recuerda que debemos confiar en Dios porque Él es la única fuente de verdad y de seguridad.
“Recordemos que muchas veces la sabiduría de Dios parece tontería para el hombre; pero la lección más grande que podemos aprender en la tierra es que cuando Él nos habla y le obedecemos, siempre haremos lo correcto” (véase Thomas S. Monson, “Nos marcaron el camino a seguir”, Liahona, octubre de 2007, pág. 3-7).
La disposición de los mormones de confiar en Dios y obedecerle se deriva de las creencias acerca de nuestra relación eterna con Él. Las creencias mormonas enseñan que Dios creó nuestros espíritus. Después de la creación de nuestros espíritus, vivimos con Él como espíritus. Éramos nosotros mismos, y durante ese tiempo nos dedicamos a aprender acerca del evangelio, del desarrollo de nuestra personalidad, y decidimos si ser obedientes o rebeldes. Después de un tiempo, habíamos crecido y progresado todo lo que pudimos en el entorno protegido del hogar de nuestro Padre y se nos ofreció la oportunidad de venir a la tierra para vivir y progresar en nuevas formas. Satanás intentó derrocar el Plan de Salvación, con la intención de sustituirlo por uno en el que nosotros vendríamos a la tierra como meras marionetas, haciendo su voluntad y sin tener la oportunidad de tomar nuestras propias decisiones. Argumentó que esto nos mantendría a salvo, porque no podríamos pecar, y por lo tanto seríamos capaces de regresar al Cielo. En consecuencia, exigió toda la gloria y la adoración, en esencia lo que le permitiría reemplazar a Dios.
Debido a que el albedrío es un aspecto importante en el Plan de Salvación, su plan no era el plan de Dios. Jesucristo intervino y ofreció realizar el plan de manera correcta. Él sería nuestro Salvador, nacería en la tierra, tomaría nuestros pecados sobre él a través de la expiación, y luego moriría por nosotros. Nosotros seríamos capaces de elegir por nosotros mismos si aceptamos o no el Evangelio. Éste era un riesgo, pero era la única forma de poder volver a Dios de manera adecuada y dar significado a nuestro tiempo en la tierra. Un tercio de los que se encontraban en el cielo rechazó el plan del Salvador, y fueron expulsados del cielo, quedando incapacitados de venir a la tierra y participar de la expiación. Se convirtieron en los seguidores de Satanás. El resto de nosotros comenzó a tomar nuestro turno en la tierra.
Aunque ya no vivimos en la presencia de Dios, Él nos ha dado muchas maneras de volver a aprender quién es Él y estar a su lado. La Biblia es una manera que tenemos los mormones de aprender acerca de Dios. Contiene un registro de los convenios de Dios con los israelitas y también registra la vida y el ministerio del Salvador. El Salvador nos enseñó mucho acerca de Dios. Por supuesto, Dios no era sólo el Dios de los israelitas. Muchas personas en todo el mundo sabían de Él e interactuaron con Él. El Libro de Mormón contiene un registro de los convenios de Dios con un grupo de israelitas que emigraron a lo que hoy es el continente americano. Allí vivieron entre la población nativa, pero en sus propias ciudades. Dejaron un registro de sus experiencias con Dios y los escritos de sus profetas.
La oración es otra manera en que podemos aprender acerca de Dios. Las creencias mormonas enseñan que cuando oramos y esperamos con paciencia las respuestas, podemos aprender a reconocer la forma en que Dios se comunica con nosotros y entender las respuestas a nuestras preguntas. En Santiago 1:5-6, en la Biblia, aprendemos que Dios ha prometido responder a nuestras preguntas:
Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, quien da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. Pero pida con fe, no dudando nada. (Santiago 1:5-6, Versión del Rey Santiago de la Biblia)
La mayoría de oraciones que los mormones elevan son en sus propias palabras, en lugar de oraciones recitadas. Esto les permite comunicarse abiertamente con Dios y construir una relación personal amorosa y cómoda con Él. Los mormones creen que Dios no necesita ser distante. Podemos conocerlo al igual que conocemos a nuestros familiares y amigos terrenales. Él está dispuesto a tener esa relación con nosotros, pero depende de que demostremos nuestra voluntad de hacerlo.
Los mormones creen en un Dios que es bastante fácil de entender. Él tiene un cuerpo de carne y hueso, aunque se ha perfeccionado y glorificado. La Biblia enseña que hemos sido creados a Su imagen, y los mormones consideran que es un honor ser muy parecidos a Él. (Génesis 1:27 y Génesis 5:1). Para entender Su naturaleza, podemos pensar acerca de las características de un padre perfecto – amoroso, sabio e involucrado. Dios tiene reglas y expectativas porque un buen padre hace esto por sus hijos, y Él decreta premios y castigos para ayudarnos a convertirnos en seres perfectos. Aunque no podamos ser perfectos en esta vida, podemos llegar casi a serlo, y luego completar nuestra progresión después de nuestra muerte.
Los mormones creen que a través de la gracia y la expiación de Jesucristo, todo el mundo tiene la capacidad de arrepentirse y ser resucitado de entre los muertos. Todo el mundo está salvado de la muerte eterna, independientemente de sus acciones en la tierra. Ni siquiera se nos pide para ello creer en Dios, porque los mormones no creen que la gracia se gane por obras y el tomar a Cristo como nuestro Salvador sería una obra.
Sin embargo, la mayoría de nosotros queremos hacer algo más que solo vivir para siempre. La mayoría de quienes aman a Dios desean pasar sus eternidades con Él y con las personas que aman. Dios nos ha prometido que si seguimos los mandamientos a lo mejor de nuestra capacidad y nos arrepentimos cuando nos caemos, si tenemos suficiente fe y si obedecemos con fe y amor, sin la esperanza de recompensa, podremos volver a vivir con Dios después de nuestra muerte. Ninguna cosa impura puede morar en la presencia de Dios, y puesto que llevamos nuestro carácter y personalidad al momento de morir, sólo aquellos que aman a Dios y viven como corresponde pueden morar con Él. Los mormones creen que lograr la exaltación, que algunos llaman salvación, no es una acción única, sino que se trata de una misión de por vida en la que se aprende a sacrificar y alinear nuestra voluntad con el amor de Dios.
Estas interpretaciones de la naturaleza de Dios permiten que los mormones crean en las palabras de Thomas S. Monson citadas al comienzo del artículo. Ellos confían en que Dios nunca les engaña porque saben que Él los conoce personalmente, los ama, y que tiene el poder de saber lo que es mejor.
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