Las creencias mormonas enseñan que el bautismo por inmersión es una práctica fundamental para los cristianos. Incluso Jesucristo, quien no tuvo pecados, insistió en ser bautizado con el fin de cumplir con los mandamientos y dar el ejemplo a sus seguidores. El bautismo se lleva a cabo después de que una persona ha adquirido un testimonio del Evangelio y ha alcanzado la edad de la responsabilidad, en la cual tiene la edad suficiente como para diferenciar el bien del mal gracias a todo lo que ha aprendido.
Para los mormones, la edad de responsabilidad es a los ocho años. Los niños mormones pasan los primeros ocho años de su vida preparándose para la sagrada ordenanza del bautismo. Se les enseña las doctrinas del Evangelio y aprenden la forma de aplicarlas. Más importante aún, se les enseña a orar a Dios con el fin de descubrir por sí mismos si las enseñanzas son verdaderas. Esto les ayuda a tomar una decisión sobre el bautismo cuando llegue el momento.
Las personas pueden ser bautizadas en cualquier momento después de los ocho años. Se espera que los conversos también sean bautizados, incluso si han sido bautizados con anterioridad en otra religión. Las creencias mormonas enseñan que el bautismo debe ser realizado por una persona que posea el sacerdocio adecuado, y por lo tanto, los conversos deben ser bautizados de nuevo. Esto es común en la mayoría de las religiones, por cierto.
Cuando una persona se acerca al bautismo debidamente preparada, éste le proporciona la remisión de los pecados, es decir todos los pecados anteriores se eliminan y la persona tiene un nuevo comienzo. También hace convenios con Dios para tomar sobre sí el nombre de Jesucristo y para honrar los mandamientos de Dios. Es un paso previo para convertirse en un miembro de la Iglesia del Salvador, una acción que tiene lugar poco después del bautismo.
A continuación se presenta algunos pensamientos de Thomas S. Monson, profeta de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, cuyos miembros a menudo son llamados mormones. Él habla de su propio bautismo cuando niño, y luego acerca de la edad del bautismo.
El bautismo de Thomas S. Monson
Recuerdo los días en que se acercaba mi bautismo cuando tenía ocho años. Mi madre me habló del arrepentimiento y del significado del bautismo; después, un sábado de septiembre de 1935, me trajo en un tranvía al baptisterio del Tabernáculo que, hasta hace poco, se encontraba en este edificio. En aquella época no se acostumbraba tanto como ahora que los padres bautizaran a los hijos, porque la ordenanza se llevaba a cabo, por lo general, un sábado por la mañana o por la tarde, y muchos hombres trabajaban en su profesión u oficio diario. Me vestí de blanco y me bautizaron. Recuerdo aquel día como si fuera ayer y la felicidad que sentí al llevarse a cabo esa ordenanza.
A través de los años, y particularmente durante el tiempo en que presté servicio como obispo, fui testigo de muchos otros bautismos en la pila bautismal del Tabernáculo. Cada uno fue una ocasión especial e inspiradora, y sirvieron para recordarme mi propio bautismo.
Thomas S. Monson, “Recuerdos del Tabernáculo”, Liahona, mayo de 2007, pág. 41–42
Bautismo de los niños
Hace mucho tiempo, el profeta Mormón le aconsejó a su hijo Moroni que enseñara “el arrepentimiento y el bautismo a los que son responsables y capaces de cometer pecado; sí, enseña a los padres que deben arrepentirse y ser bautizados, y humillarse como sus niños pequeños, y se salvarán todos ellos con sus pequeñitos.
“Y sus niños pequeños no necesitan el arrepentimiento, ni tampoco el bautismo. He aquí, el bautismo es para arrepentimiento a fin de cumplir los mandamientos para la remisión de pecados.
“Más los niños pequeños viven en Cristo” (Moroni 8:10-12)
El Señor ha otorgado un período privilegiado entre el nacimiento y la edad de ocho años, época en que se alcanza la responsabilidad y se requiere el bautismo.
El Dr. Glenn Doman, un reconocido autor, ha escrito: “El niño recién nacido es casi un duplicado exacto de un ordenador electrónico vacío, aunque superior al ordenador en casi todo… Lo que recibe el cerebro del niño durante los primeros ocho años de vida permanece probablemente en él” (Cómo enseñar a leer a su bebé, Philadelphia: The Better Baby Press, 1979, pág. 33, 35).
Los primeros años de vida de un niño es un momento para crear los cimientos. Construir una base para la eternidad, y soportará las tempestades y las dificultades de la mortalidad.
Thomas S. Monson, “An Invitation to Exaltation,” Ensign, julio de 1984, pág. 69
Comentarios recientes