mormon-bibleLa palabra “profeta” se menciona en 293 versículos en el Antiguo Testamento y en 154 versículos en el Nuevo Testamento.  Se trataba claramente de un tema importante para los escritores de la Biblia.  Posiblemente no podamos explorar todos estos versículos en este artículo, pero echaremos un vistazo a algunos de ellos.  La mayoría de personas comienza con la suposición de que los profetas eran todos buenos en los tiempos bíblicos, pero que Jesús estaba destinado a ser el último profeta.  Es importante, antes de decidir ignorar a todos los profetas modernos posibles, estar absolutamente seguros de que eso es lo que enseña la Biblia, y que no es sólo una decisión tomada por el hombre.

En el Antiguo Testamento, vemos muchos ejemplos de personas que se niegan a reconocer la validez del profeta actual.  Dios habló a través de Noé, pero la gente optó por ignorarlo, y prefirió no creer que en realidad era un profeta.  Quizás, ellas también sentían que los profetas eran anticuados y que no los necesitaban más.  Las consecuencias fueron graves.

A lo largo de la historia bíblica, vemos cuán a menudo la gente ignoraba o no reconocía la presencia de un profeta.  Cuando no reconocía ni obedecía a los profetas, la gente sufría.  Aquellos que permitieron que sus corazones reconozcan los susurros espirituales que confirmarían la existencia de un verdadero profeta encontraban seguridad y paz.  En todas las épocas, con o sin profetas en la tierra, ha sido la responsabilidad de cada persona el saber si hay un profeta y, si es así, conocer quién es.  Eso sólo viene a través del estudio adecuado y de la oración.  Dios prometió dar respuestas a nuestras oraciones si es que lo pedimos, y Él siempre cumple sus promesas.

Aunque muchas personas hoy en día niegan que Dios pueda elegir un profeta una vez más, la Biblia en realidad es muy clara sobre el tema:

Porque no hará nada Jehová el Señor sin que revele su secreto a sus siervos los profetas (Amós 3:7).  Más importante aún, Pablo, hablando después de la muerte y resurrección de Jesús, enseñó:

19 Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos con los santos, y miembros de la familia de Dios;

20 edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo,

21 en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor. (Efesios 2:20)

Pablo les aseguró a los feligreses que la iglesia verdadera se edifica sobre un fundamento de apóstoles y profetas, con Jesucristo como la piedra principal, algo que pocas iglesias modernas han mantenido, a pesar de que Pablo dijo que era importante.

Esto deja en claro que los profetas son la forma elegida de Dios para comunicarse con Sus hijos en la tierra.  A lo largo de la Biblia, Él ha hablado a través de los profetas, empezando con Adán, el primer hombre.  De vez en cuando, la gente se negaba a escuchar a estos profetas y era abandonada por un tiempo.  Esta es siempre la elección de un pueblo de mente cerrada y desobediente.  Cuando pasa el tiempo suficiente, Dios llama a un nuevo profeta y le da a este grupo de personas la oportunidad de disfrutar de la comunicación de Dios una vez más.

“Es importante entender que, en primer lugar, no fue Dios quien cerró los cielos al hombre, sino que éste lo hizo.  Fue el hombre quien dijo que no habría de recibirse más revelaciones y que Dios ya había dicho todo lo que tenía que decir.  ¡Cuán presuntuoso fue el hombre para decirle a Dios que no hablara más a Sus hijos” (Ballard, M. Russell.  “Los Artículos de Fe” Nuestra búsqueda de la felicidad: Una invitación para conocer la Iglesia de Jesucristo de los Últimos Días. Salt Lake City, Utah: Deseret Book Co., 1993 96).

Dado que la Biblia no dice que Dios cambió Su opinión acerca de los profetas, eso es exactamente lo que hacemos si nos negamos a permitir futuros profetas—le decimos a Dios cómo hacer su obra.  Sólo Dios puede decidir si necesitamos otro profeta o no.  El élder Ballard, en el libro mencionado anteriormente, expresó su gratitud de que Dios nos ame tanto como amó al pueblo de la Biblia.

Si estudiamos lo que ocurrió después de la muerte de Jesús, veremos que la iglesia siguió funcionando.  Los apóstoles claramente tenían un líder en todo momento y aquel líder sería el nuevo profeta.  Los vemos actuando con autoridad, anunciando la doctrina y la política…siendo profetas.  Muchas personas dejan de leer la Biblia después de la resurrección, pero sucedieron muchas cosas más después de ese momento, y vale la pena notar cómo actuaron los apóstoles y qué decisiones tomaron a medida que continuaban al frente de la iglesia.

Cabe señalar que en Hechos leemos de dos personas descritas como profetas, lo que muestra sin lugar a dudas que hubo profetas después de la muerte de Jesús (véase Hechos 15:32).

Incluso durante la apostasía, las personas con fe podían comunicarse con Dios para sus propios fines, pero sólo un verdadero profeta, llamado por Dios, ha sido capaz de hablar en nombre de toda la iglesia.  Y Dios dijo que Él no se comunicaría de ninguna otra manera, lo que significa que el creer que nunca volverá a existir un profeta es sugerir que Dios ha cerrado permanentemente la puerta y con llave.  Hacer esto sugiere que Él se niega a permitir que la religión cristiana tenga los medios para solucionar los debates doctrinales que han dividido a las distintas ramas del cristianismo a través de los siglos o recibir el consuelo y la guía de las enseñanzas proféticas.  Esto simplemente no se ajusta a lo que sabemos de un Dios amoroso y amable que desea que nos preparemos para la Segunda Venida al igual como Él quería que nos preparemos para la Primera Venida.

Juan el Bautista y el mismo Jesús se encontraron con la posición de que no había más profetas.  Los judíos le dijeron a Jesús que todos los profetas estaban muertos y ellos no entendían, por lo tanto, cómo Él podía ser un profeta (véase Juan 8.).  Preferían pensar que Él podía ser un anterior profeta que ha vuelto a la tierra.  Parecía más cómodo para ellos contar con el regreso de Moisés o Elías que contar con un nuevo profeta, y en la actualidad nos encontramos con esa misma actitud.  Las personas parecen un poco ansiosas con la idea de un nuevo profeta, que le hablará en sus días, y que no puede, por lo tanto, ser rechazado por abordar las cuestiones obsoletas o dar declaraciones que no son aplicables a nuestro tiempo.

Por supuesto, no todo el que dice que es un profeta es uno.  Sólo Dios puede llamar a un profeta y la Biblia a menudo discute las maneras de evaluar a un potencial profeta:

 

“Y Elías volvió a decir al pueblo: Sólo yo he quedado como profeta de Jehová; pero de los profetas de Baal hay cuatrocientos cincuenta hombres” (1 Reyes 18:22).  Elías deja claro que no todo el que dice ser un profeta en realidad lo es.  Ha habido falsos profetas desde los inicios de la historia del mundo.  Por supuesto, hoy en día, el argumento no tiende a ser sobre quién es el profeta, sino más si los profetas absolutamente existen o no.  Sin embargo, es importante evaluar este tema. ¿Cómo sabemos si alguien es un profeta verdadero o un profeta falso?

El libro de Deuteronomio en el Antiguo Testamento nos dice una manera de reconocer a un verdadero profeta.  En estos versículos, la profecía en realidad se refiere a Jesucristo, pero los criterios para reconocer a un profeta también se pueden aplicar a otros profetas.  En estos versículos, Dios explica cómo ellos reconocerán a los verdaderos profetas de los falsos.  A medida que lea, piense en los profetas del Antiguo Testamento que ha estudiado y vea si ellos están a la altura de estos versículos:

15 Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios; a él oiréis.

16 Conforme a todo lo que pediste a Jehová tu Dios en Horeb el día de la asamblea, diciendo: No vuelva yo a oír la voz de Jehová mi Dios ni vea yo más este gran fuego, para que no muera.

17 Y Jehová me dijo: Está bien lo que han dicho.

18 Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras  en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mande.

19 Mas acontecerá que cualquiera que no oiga mis palabras que él hable en mi nombre, yo le pediré cuentas.

20 Pero el profeta que tenga la presunción de hablar palabra en mi nombre que yo no le haya mandado hablar, o que hable en nombre de dioses ajenos, tal profeta morirá.

21 Y si dices en tu corazón: ¿Cómo conoceremos la palabra que Jehová no haya hablado?

22 Cuando un profeta hable en nombre de Jehová, y si tal cosa no se cumple ni acontece, es palabra que Jehová no ha hablado; con presunción la habló aquel profeta; no tengas temor de él (Deuteronomio 18).

¿Qué nos enseñan estos versículos sobre la identificación de un profeta?  En primer lugar, el profeta vendrá de entre la gente y será como ella.  Confirmamos que esto es cierto en todos los profetas bíblicos, y también en todos los profetas mormones.  Dios promete que un profeta que ya ha sido llamado como tal y después da una falsa profecía morirá.  Esto es algo que se les ha enseñado a los mormones—que Dios no permitirá que un profeta caiga y siga predicando.  Por último, se les recomienda ver si lo que el profeta dice realmente sucede.  Por supuesto, la mayoría de las profecías no vienen con un marco de tiempo.  Noé habló durante un tiempo extraordinariamente largo, profetizando de la inundación muchos años antes de que realmente sucediera.  El nacimiento de Jesucristo fue profetizado desde el los principios de los tiempos, haciendo que muchas generaciones mueran sin ver su cumplimiento.

En un ejemplo más moderno, José Smith hizo una revelación conocida como la Palabra de Sabiduría.  Se trata del muy discutido código de salud de los mormones, el cual prohíbe el consumo de café, té, alcohol y tabaco.  Y más bien anima a la gente a comer granos enteros, frutas y verduras y limitar el consumo de carne.  La gente no vivía de este modo en la década de 1800, cuando José estaba vivo.  De hecho, no fue hasta hace muy poco que comprendimos los peligros del tabaco.  Hoy en día, comer granos enteros, frutas y verduras es exactamente lo que los expertos nos dicen que debemos hacer.  ¿Podría un joven de granja sin educación haber conocido más sobre nutrición y tabaco que los expertos de la época?  Los estudios científicos han confirmado que los mormones viven más y tienen mejor salud que los demás si están viviendo la Palabra de Sabiduría en su totalidad, aun cuando se eliminen otros factores.  Tenemos que ver cómo han acabado las enseñanzas de los profetas con el transcurso del tiempo.

Jesús nos estaba preparando para la continuación del profeta después de Su muerte y el retorno de los profetas después de la apostasía.  La razón por la cual Él tenía que explicar cómo reconocer a los profetas verdaderos de los falsos es porque habría profetas verdaderos.  Él nunca dijo que no habría más profetas, pero Él sí pasó el tiempo preparándonos para reconocer a los futuros profetas.

Quizás la prueba más contundente de que Jesús no tenía la intención de ser el último profeta se encuentra en Efesios 4.  Nuevamente, proviene de Pablo, un fuerte defensor de la continua revelación.  Él escribió:

11 Y él mismo constituyó a unos apóstoles; y a otros, profetas; y a otros, evangelistas; y a otros, pastores y maestros;

12 a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo,

13 hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo;

14 para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que, para engañar, emplean con astucia las artimañas del error.

Pablo explica que los profetas nos fueron dados para perfeccionar a los santos y que la necesidad de profetas continuaría hasta que disfrutemos de una unidad de la fe.  Hoy cuando miramos a nuestro alrededor podemos ver el mundo aún no ha alcanzado una unidad de la fe, de modo que los profetas siguen siendo necesarios para aclarar la doctrina, que es regularmente debatida y modificada por los deseos de los seres humanos en cuanto a las enseñanzas de Dios.

Por ello, los mormones no tienen problemas al aceptar que Dios, que nos ama, está feliz de proporcionarnos un profeta, tal como Él prometió que haría, para guiarnos a través de los desafíos de los últimos días.