Empezando con la primera conversación de Adán con Dios, la gente que ha vivido aquí en la tierra se ha beneficiado por tener profetas. Los profetas son poseedores del sacerdocio que están autorizados a hablar por Dios. Mucha gente se siente familiarizada con los profetas del Antiguo Testamento como Moisés o Noé.

thomas s monson mormon prophetLos profetas son necesarios para que nosotros aprendamos los mandamientos y entendamos las enseñanzas de Dios. Adán recibía enseñanzas de Dios, pero él no fue el último profeta. Dios continuó enviando profetas para acrecentar nuestro entendimiento de los principios del evangelio y enseñarnos a enfrentar situaciones específicas en nuestro propio tiempo. Algunas enseñanzas de los profetas tenían el propósito de permanecer vigentes y ser seguidas y enseñadas por siempre; otras, como el mandamiento de construir un arca, solamente eran para una situación o tiempo específico.

Los profetas ayudaron a preparar a la gente del mundo para el nacimiento del Salvador, Jesucristo. Se les dio profecías que les ayudaría a reconocerlo cuando viniese, y se les enseñaró el evangelio a un nivel que les permitiría estar preparados para Su venida. Cuando Jesucristo empezó su ministerio mortal, también se convirtió en un profeta, el profeta más grande de todos los tiempos. Como el Unigénito hijo de Dios, El tuvo una relación más cercana a Dios que ningún otro profeta.

Después de Su muerte, los apóstoles que Jesús había escogido llevaban a cabo la obra y recibían profecía para la Iglesia. Sin embargo, cuando murieron, la profecía también terminó en la tierra. Nadie estaba autorizado a recibir profecía a favor de toda la Iglesia, un tiempo que se conoce como la Gran Apostasía.

Esta apostasía terminó cuando José Smith fue escogido para ser el primer profeta de los últimos días. Estos son los últimos días antes del regreso del Salvador, y así como se llamó profetas para prepararnos para la primera venida de Cristo, ellos están otra vez en la tierra para prepararnos para la segunda venida. Dios ha prometido que con esta restauración, el mundo nunca más volverá a quedarse sin un profeta.

En la actualidad los mormones son guiados por un profeta. Un sistema ordenado que hace que Dios esté a cargo totalmente asegurándonos que nunca estemos sin un profeta, y asegurando que los profetas no serán escogidos mediante negociaciones o votos. La Iglesia es guiada por el profeta, dos consejeros y un quórum de doce apóstoles. Ellos están en el orden de fecha cuando fueron escogidos para ser un apóstol. A la muerte del profeta, la Primera Presidencia (el profeta y sus consejeros) se disuelve. Cada persona retorna a su lugar en el quórum y el más antiguo se convierte entonces en el nuevo profeta y escoge nuevos consejeros. Esto deja a Dios en total control, ya que El controla el tiempo de vida de una persona.

Siguiendo este patrón, Thomas S. Monson es el profeta actual de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos días, llamada con frecuencia como mormones. En esta función, el es la única persona que puede recibir revelación para toda la Iglesia.

Cada persona puede recibir revelación para sí mismo y para aquello en lo que él sea responsable. Por ejemplo, un padre puede recibir revelación para sus hijos, y un maestro de la escuela dominical puede recibir revelación referente a cómo enseñar la clase. Un obispo (un pastor laico mormón) puede recibir revelación sobre cómo guiar a su congregación. Solamente un profeta, sin embargo, puede recibir revelación para toda la Iglesia.

A los mormones se les enseña que cuando ellos están buscando saber lo que Dios quiere que sepan, entonces deben buscar lo que el profeta más reciente haya hablado del tema. De otra manera podrían encontrarse construyendo un arca cuando no va a llover. Aunque la doctrina no cambia, la práctica sí, como en el caso del arca. La doctrina es seguir las advertencias que Dios envía. La práctica era construir un arca. Hoy, continuamos siguiendo las advertencias de Dios, pero no construimos arcas porque es un tiempo diferente y nuestras necesidades son diferentes. Así, mientras que los profetas a través de la historia, tanto en los tiempos antiguos como en los actuales, han enseñado muchas cosas, es la enseñanza del profeta más reciente la que seguimos.

Muchos cristianos de hoy honran y siguen a los profetas del Antiguo Testamento, y al Salvador y a Sus apóstoles. Sin embargo, encuentran inaceptable tener un profeta que esté vivo, aun cuando la gente del Antiguo y del Nuevo Testamento esperaba escuchar a sus profetas mientras ellos estaban vivos. Actualmente, a la gente le gustan sus profetas que han muerto y han sido enterrados hace muchos siglos.

Theodore Tuttle dijo, “Es cosa fácil creer en los profetas muertos. Mucha gente lo hace. Por alguna razón misteriosa existe un aura de credibilidad en ellos. Más no es así con el profeta que vive entre nosotros, el que debe enfrentar los desafíos cotidianos. Pero es una gran cosa creer en los profetas vivientes. Nuestra salvación está supeditada a nuestra creencia en un profeta viviente y en sujetarnos a su palabra. Solamente Él tiene el derecho a revelación para toda la Iglesia. Sus palabras, por sobre aquellas de cualquier otro hombre, deberían ser consideradas y estimadas por la Iglesia así como por el mundo. Algún día se entenderá esta verdad.” (A. Theodore Tuttle, “¿Qué Es un Profeta Viviente?,” Ensign-revista en inglés, julio 1973, 18)

Jesucristo habló sobre este mismo problema. El dijo, “No existe un profeta sin honor, excepto en su propio país y entre los suyos y en su propia casa.”(Marcos 6:4). En otras palabras, nos sentimos más seguros con profetas impersonales y distantes. Pero como lo entendió Jesús mejor que la mayoría, un profeta es un profeta así sea tu vecino. El único requisito es que él sea personalmente escogido por Dios, y no por el hombre.

Thomas S. Monson es el profeta actual. Aunque él no tenga una larga barba, una bata blanca, o un séquito, él es tan profeta como lo fue Moisés o Noé porque, al igual que estos profetas del Antiguo Testamento, el fue escogido por Dios.