Thomas S. Monson, el presidente de la Iglesia Mormona, es considerado como uno de los mejores líderes de la iglesia en la historia.  Puede recitar cientos de poemas de memoria y ameniza sus discursos con un poco de literatura clásica a fin de transmitir enseñanzas morales.  A continuación, algunos de los libros que comparte para ayudar a los oyentes a aprender a vivir su religión.  También, pueden servir como guía para nuestra propia lectura.

Nuestra ciudad, de Thornton Wilder

Tal vez algunos de ustedes estén familiarizados con la novela clásica de Thornton Wilder, titulada Nuestra ciudad.  Si es así, recordarán la ciudad de Grover’s Corners, donde el relato se lleva a cabo.  En la obra, Emily Webb muere al dar a luz, y nos enteramos de la angustiosa soledad de su joven esposo, George, quien se quedó con su hijito de cuatro años.  Emily no desea descansar en paz; desea volver a sentir las alegrías de su vida, por lo que se le concede el privilegio de volver a la tierra y revivir su décimo segundo cumpleaños.  Al principio es emocionante ser joven de nuevo, pero muy pronto se esfuma esa alegría.  El día ya no es divertido, ahora que Emily sabe lo que le aguarda en el futuro.  Es un dolor insoportable al darse cuenta de que había estado totalmente ajena al significado y a la maravilla de la vida mientras vivía.  Antes de volver a su última morada, Emily se lamenta: “¿Son conscientes los seres humanos de la vida mientras aún la viven, en todos y cada uno de los minutos?”.

El que nos demos cuenta de lo que es más importante en la vida va de la mano con la gratitud que sentimos por nuestras bendiciones. (Encontrar gozo en el trayecto)

La vida del rey Enrique VIII

En la obra La vida del rey Enrique VIII, Shakespeare enseñó esta verdad por conducto del Cardenal Wolsey, un hombre que disfrutaba de gran prestigio y orgullo por motivo de su amistad con el rey.  Al terminar esa amistad, al cardenal Wolsey se le despojó de su autoridad, lo que resultó en una pérdida de prominencia y prestigio.  Él fue uno que lo había ganado todo para después perderlo todo.  En el pesar de su corazón, él le dijo una auténtica verdad a su criado Cromwell:

¡Oh Cromwell, Cromwell!
De haber servido a mi Dios con sólo
la mitad de celo
que he puesto en servir a mi rey,
no me hubiera entregado éste, a mi vejez,
desnudo, al furor de mis enemigos4.

Un real sacerdocio

Camelot

Muchas de ustedes conocerán la obra Camelot.  Quisiera compartir con ustedes uno de mis pasajes predilectos de esa producción.  Al escalar las dificultades entre el rey Arturo, Sir Lancelot y la reina Ginebra, el rey advierte: “No debemos permitir que nuestras pasiones destruyan nuestros sueños”.  Esta misma súplica quisiera dejar con ustedes hoy: No permitan que sus pasiones destruyan sus sueños.  Rechacen las tentaciones. (Sean un ejemplo)

Alicia en el país de las maravillas

Como miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, nuestra meta es alcanzar la gloria celestial.

No seamos indecisos como Alicia, en la obra clásica de Lewis Carroll, Alicia en el país de las maravillas.  Tal vez recuerden que ella llegó a una encrucijada con dos caminos que la llevaban adelante, pero en direcciones opuestas. A hí se enfrenta al gato de Cheshire, al que pregunta: “¿Qué camino debo seguir?”.

El gato le responde: “Eso depende de a dónde quieras ir.  Si no sabes a dónde quieres ir, no tiene importancia cuál de los caminos tomes”.

A diferencia de Alicia, todos sabemos a dónde queremos ir; y sí es importante en qué dirección vayamos, pues el sendero que tomemos en esta vida, seguramente nos llevará al que sigamos en la vida venidera.

Cada uno de nosotros debe recordar que es un hijo o una hija de Dios, investido de fe, dotado de valor y guiado por la oración.  Nuestro destino eterno está delante de nosotros.  El apóstol Pablo nos habla actualmente igual que habló a Timoteo hace ya muchos años: “No descuides el don que hay en ti…”. “Oh Timoteo, guarda lo que se te ha encomendado…”. (Escogeos hoy)

A veces permitimos que los pensamientos del mañana ocupen mucho del presente.  El soñar en el pasado y añorar el futuro quizás brinde consuelo, pero no tomará el lugar de vivir en el presente.  Hoy es el día de nuestra oportunidad, y debemos aprovecharla.

El profesor Harold Hill, en la obra The Music Man, de Meredith Wilson, hizo la advertencia: “Si amontonas suficientes mañanas, descubrirás que has coleccionado muchos ayeres vacíos”.

No habrá mañanas que recordar si no hacemos algo hoy, y a fin de vivir hoy más plenamente, debemos hacer lo que es de mayor importancia.  No dejemos para después las cosas que son más importantes. (En busca de tesoros)

Grandes esperanzas

Hace mucho, el renombrado escritor Charles Dickens escribió acerca de las oportunidades que nos aguardan en el futuro.  En el libro clásico titulado Grandes esperanzas, Dickens describió a un niño llamado Philip Pirrip, más comúnmente conocido como “Pip”.  Pip nació en circunstancias poco comunes: era huérfano y deseaba de todo corazón llegar a ser erudito y caballero.  No obstante, todas sus ambiciones y esperanzas parecían estar destinadas al fracaso.  Jóvenes, ¿no se sienten así a veces?  ¿Pensamos los que somos mayores de esa misma manera?

Entonces un día, un abogado londinense llamado Jaggers se acercó al pequeño Pip y le dijo que un bienhechor desconocido le había heredado una fortuna.  El abogado pasó su brazo alrededor del hombro de Pip y le dijo: “Hijo, tienes grandes esperanzas”.

Esta noche, al verlos a ustedes, jovencitos, y al darme cuenta de quiénes son y de lo que pueden llegar a ser, declaro: “Ustedes tienen grandes esperanzas”, no como resultado de un bienhechor desconocido, sino como resultado de un bienhechor conocido, sí, nuestro Padre Celestial, y se esperan grandes cosas de ustedes.

La jornada de la vida no se viaja por una autopista libre de obstáculos, dificultades y trampas; por el contrario, es un sendero marcado por bifurcaciones y curvas.  Constantemente tenemos que tomar decisiones y, a fin de tomarlas con prudencia, se necesita valor, el valor para decir “No” y el valor para decir “Sí”, ya que las decisiones determinan el destino. (El llamado al valor)